HISTORIA CRÃTICA DE LA CRÃTICA HISTÓRICA SOBRE LOS ORÃGENES DEL CRISTIANISMO. 1. HISTORIA DEL ESTUDIO CRÃTICO DEL NUEVO TESTAMENTO
- El valor y la significación permanente del deÃsmo para la investigación histórica de los orÃgenes del cristianismo consiste en que prescindió completamente, en su investigación, de cualquier presupuesto transcendente de revelación y de inspiración[1], tratando la historia cristiana como historia puramente humana, y los documentos que le son propios, especialmente los libros del Nuevo Testamento, como unos documentos históricos cualquiera. Pero, cegados por su fin particular de lucha antieclesiástica, especialmente en el extremismo volteriano, llegó a negar de hecho el valor humano de aquella historia y de aquellos documentos, reducidos en su mayor parte, la una y los otros, a fantasÃa y supercherÃa. AsÃ, por la exagerada furia de combatir la revelación, se terminaba negando la humanidad. Para sacar la historia de los orÃgenes cristianos del callejón sin salida donde lo habÃa metido el deÃsmo inglés y, después, alemán y francés, hacÃan falta dos cosas: un esfuerzo por comprender en su verdad objetiva y en su lógica intrÃnseca el contenido del cristianismo, y un estudio analÃtico serio y cientÃfico de las fuentes neotestamentarias. Lo segundo era el presupuesto de lo primero, pero también su consecuencia.
- Intentos de un estudio crÃtico del Nuevo Testamento se habÃan ya hecho desde hacÃa mucho tiempo, en la primera mitad del siglo XVII, antes, pues, al deÃsmo. Hugo Grozio, en sus Annotationes ad Vetus et Novum Testamentum (1641- 1647), habÃa ya empleado una exégesis bÃblica de carácter filológico, más que dogmático, e interpretado pasajes de los Evangelios y de los demás escritos del Nuevo Testamento a partir de los textos de los escritores griegos y latinos.
- Con el mismo intento habÃa sido estudiado el judaÃsmo rabÃnico por el teólogo anglicano, de tendencia resueltamente conservadora, John Lightfoot, en sus Horae hebraicae et talmudicae (1658-1678). Bastante más sistemático y más atrevido fue el oratoriano francés Richard Simon, en sus Histoire critique du texte du Noveau Testament (1689), Histoire critique des versions du Noveau Testament (1690), Histoire critique des principaux commentateurs du Noveau Testament (1693)[2]. En ella, no solamente habÃa tratado crÃticamente el texto neutestamentario y habÃa indicado la no autenticidad del final del Evangelio según Marcos, de la perÃcopa de la adúltera, del versÃculo de los tres testimonios, sino que habÃa afrontado cuestiones de alta crÃtrica y, lo que más importa, habÃa conducido su investigación con un interés única y extrictamente histórico.
- Más tarde, un protestante de Ginebra, de origen italiano y concretamente de Lucca, Jean Alphonse Turrettini, en su De Sacrae Scripturae interpretandae methodo (1728), habÃa sostenido que a la Sagrada Escritura hay que aplicar las normas de la exégesis común. Y el empleo de los escritos clásicos en la exégesis neotestamentaria, ya practicado por Grozio, era ya usado sistemáticamente, de una parte a la otra del Nuevo Testamento, por el teólogo suizo-holandés Johann Jakob Wettstein en su Novum Testamentum graecum cum lectionibus variantibus et commentario pleniore, (Amsterdam, 1751-1752).
- Quien se parara en estos casos concretos y a sus apariencias superficiales, podrÃa concluir que anteriormente y contemporánemente a la crÃtica racionalista y destructiva del deÃsmoq, la teologÃa católica y protestante habrÃa ya iniciado por si misma la ruta maestra de la investigación histórico-filológica. Pero, esta serÃa una conclusión totalmente equivocada. La verdad es que las perspectivas crÃticas de Grozio, de Simon, de Turrettini, habÃan quedado imperfectas en sus autores y, sobre todo, sin seguimiento ni desarrollo orgánico por parte del mundo teológico.
- Se habÃan mantenido inmutables los presupuestos teológicos tradicionales, pero, habÃa faltando una nueva concepción histórico-filosófica. Aquellos intentos quedaron en el ámbito de la anécdota episódica o bien en el de pura erudición. Sin embargo, este nuevo planteamiento general, capaz de fecundar la investigación histórico- filológica, fue precisamente una aportación del deÃsmo y bajo la influencia del deÃsmo, nació, en Alemania, la nueva teologÃa crÃtica de Johann Semler (1725-1791) que debe ser tenido por su iniciador. Su maestro, aSiegmund Jakob Baumgarten, no obstante su preparación y su bagaje cientÃfico y el uso que hace de los esquemas de Wolff, se quedó en su hermenéutica no menos que en su dogmática, estrictamente tradicional, sólo para para defender la intangibilidad del texto vulgarizado del Nuevo Testamento y el valor clásico del “versÃculo de los Tres Testimoniosâ€.
- Dos contemporáneos de Semler, sólo que un poco más viejos, Johan August Ernesti (1707-1781), y Johan David Michaelis (1717-1791) experimentaron ya la eficacia del deÃsmo y la confesareon explÃcitamente: el primero afirmaba haber aprendido de Locke el recto método exegético y el segundo atribuÃa una importancia decisiva en su pensamiento a su permanencia en la lúcida Inglaterra. Sin embargo Ernesti, que habÃa cursado estudios filológicos y, después. teológÃcos, tuvo el mérito de introducir las técnicas filológico-históricas en la exégesis, y mantuvo, sin embargo, el dualismo metodológico de distinguir la teologÃa y la filologÃa. Afirmó que el teólogo, hace reserva de las dificultades de interpretación de los libros sagrados, pero que usa de los nuevos métodos de interpretación en su trabajo teológico. Para la formación de los conceptos religiosos del Nuevo Testamento continuó recurriendo directamente a la inspiración.
- Para él y para Michaelis, el dogma de la inspiración de las Escrituras seguÃa siendo un elemento integral e importante para el estudio del Nuevo Testamento, incluso en una forma y medida diferentes de las tradicionales. Para Michaelis, la inspiración está vinculada a la , pero afirmaba que no todos los escritos del canon del Nuevo Testamento son apostólicos. Pero, independientemente de esto, se esforzó en mostrar la credibilidad histórica de los libros del Nuevo Testamento.
- El dualismo de la historia y de la filologÃa y, por otra parte, de la teologÃa mantenido por Ernesti y Michaelis, hizo que Semler intentara superarlo resolviendo la teologÃa en la historia. Distinguió, ese perseguidor del modernismo contemporáneo, en esto el elemento esencial y permanente de la religión, pese a sus formulaciones variables local y temporalmente, que constituÃan precisamente lo que era teologÃa. Esta distinción, germinada en su espÃritu bajo la influencia directa del deÃsmo, que buscaba precisamente un núcleo moral racional original del cristianismo. Pero, representaba un primer desarrollo histórico de la posición racionalista en la cuestión. Esto dio como resultado una transformación radical del concepto de inspiración y aportó la idea de un Nuevo Testamento, que se formó gradualmente, con diferentes elementos, incluso opuestos, pero que se fusionaban en una sÃntesis final. Una corriente “cristiana judÃa†quedaba reflejada en los Evangelios, una universalista en las EpÃstolas de Pablo. Las EpÃstolas Católicas representaban el acuerdo de las dos partes.
- AsÃ, el Nuevo Testamento quedó absorto en la historia del cristianismo primitivo, y la escuela de Tubinga lo defendió durante tres cuartos de siglo. Pero, aquà reapareció el teólogo, y ambas corrientes, ebionÃtica y paulina, se remontan a una doble enseñanza de Jesús, dirigida a diferentes oyentes. Esa teorÃa, con la interpretación idealista ya subyacente del Evangelio, vino a reanudar el primer deÃsmo, incluso si se daba un paso hacia delante. HabÃa, pues, una coexistencia oficial pacÃfica de las dos corrientes y no habÃa una comprensión puramente histórica e interna del desarrollo cristiano. Pero, en Semler, se daba una escasez de pensamiento orgánico y una prevalencia de interés religioso y, asÃ, se explica cómo, ante sus audacias, asumió una actitud de repulsión absoluta, especialmente en los últimos años de su vida, gracias a la distinción entre la religión pública oficial, proclamada necesaria por él, y la religión moral privada, y se puso al lado de la ortodoxia conservadora, sin poder sin embargo recuperar sus intuiciones iniciales y, menos, sus consecuencias.
Jaume González-Agà pito.
[1]. Realmente el deÃsmo inglés no negó, almenos en la fase de Locke y de Toland, la revelación; y Locke admitÃa en una cierta medida el concepto de inspiración. Pero haciendo de la revelación el equivalente de la “lux naturae”, el prejuicio transcendente estaba superado; y de hecho la crÃtica y la interpretación deÃsta prescinde de ella. En cuanto a Voltaire, considera el dogma de la revelación -cuando habla en completa libertad- como ni siquiera digno de ser refutado.
[2]. El primero y el segundo volumen fueron completados con Nouvelles observations sur le texte et les versions du N.T.(1965).