JESÚS EL CRISTO ESTÁ EN NOSOTROS

Año B, Domingo quinto de Pascua, 2 de mayo de 2021. Hch, 9, 26-31; 1Jn. 3, 18-24; Jn 15, 1-8. 

1. La gloria de mi Padre es que vosotros deis mucho fruto y seáis discípulos míos

     1. Ser discípulo de Jesús no es tanto una decisión mía, personal e intransferible, que refleja mi yo, mi libertad y todo lo que yo quiero dar a Dios. Es, ante todo, algo originado, sostenido y finalizado en Dios mismo. Es Él el que elige, enamora, llama y discipula. Es, dice la Primera Carta del Apóstol Juan, â€œpor el Espíritu que nos ha dado, que nosotros conocemos que Él está en nosotros”.

     2. Pablo, en el relato de los Hechos de los Apóstoles que hemos oído hoy, intenta, en Jerusalén y después de su conversión, incorporarse a los creyentes, pero éstos no acaban de fiarse de él. Es un cristiano de Salamina de Chipre, un hombre que será Apóstol con Pablo después, el que ‘reconoce’ quien es el ‘nuevo’ Saulo y lo presenta a los Apóstoles. Y aquí, para ti y para mí una gran pregunta: ¿El Espíritu hace que reconozcamos a Dios en nosotros y, que por Él, seamos capaces de reconocer a los que Dios ha llamado, aunque sean del otro bando, de la otra acera, de la otra filosofía o del otro partido?

     3. Hemos de acrecentar en el mundo la gloria del Padre, quien en Jesucristo y por el Espíritu conocemos que Dios está en nosotros. Lo explica Jesús de Nazaret muy claro en la perícopa evangélica de hoy: “Yo soy la cepa y vosotros los sarmientos”. Eso significa alago muy grande y tremendamente comprometido: ¡Nosotros con Cristo resucitado y glorioso somos un solo cuerpo!

2. Nuestros frutos son los frutos de esta cepa que es Cristo Señor

     4. ¿Es eso lo que predicamos y lo que vivimos los católicos del siglo XXI? Pues no. Somos, muchas veces, una especie de enjambre muy variado, diverso, diferente y, quizás, hasta contradictorio. ¿Tú y yo, como los cristianos de Jerusalén, sólo examinamos, criticamos y desconfiamos de todo Saulo que quiere ser, ahora, Pablo, más, si antes no era de los ‘nuestros’? 

     Temerosos y cobardes, ¿pensamos sólo en lo mal que está todo y en los muchos peligros que nos acechan, nos amenazan y nos pueden caer encima? En la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia vemos sólo lo que no nos gusta, sólo lo que despreciamos, sin ver que ella es el Cuerpo Místico de Cristo Señor, victorioso e inmortal, es decir la ‘cepa’ de la cual somos sarmientos y, fuera de la cual, nuestro fruto no será el fruto de “la gloria del Padre”.

3. La Iglesia es el ‘ejército’ de los perdonados que dan el fruto que es “gloria del Padre”

     5. El Apóstol San Juan nos dice hoy. “Hijos míos: No amemos solamente de palabra; amemos de verdad y con las obras. En esto conoceremos que somos de la Verdad y delante de Dios tranquilizaremos nuestra conciencia de cualquier cosa que ella nos reprochare, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y todo lo conoce”. Dios que por Cristo y con la fuerza del Espíritu Santo está con nosotros, y ¡ es más grande  que nuestra propia conciencia! Eso ¿lo saben aquellos que sólo están preocupados por sus propios pecados y no se acuerdan de Dios es más grande que sus propias conciencias?

     6. Pero, en toda nuestra vida cristiana hay una gran clave, un gran mandamiento: “Este es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme el precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que El nos ha dado, que El permanece en nosotros”. 

     Es un buen tema para el examen general, parcial y concreto de nuestra conciencia ante Dios Padre Todopoderoso: “Creemos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amamos los unos a los otros, conforme el precepto que nos dio”?  Dice el Apóstol: “En esto conocemos, por el Espíritu que El nos ha dado, que El permanece en nosotros”.

Jaume González-Agàpito

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