DIOS ES AMOR: CAUSAL Y FINAL

Hech. 10, 25-26; 34-35; 44-481 Jn. 4, 7-10; Jn 15, 9-1

1. La iniciativa de Dios. 

1. El Libro de los Hechos  nos relata algo que sorprendió, y no poco, a los seguidores de Cristo resucitado, en los albores de la Iglesia: El Espíritu Santo de Dios comienza a derramarse también entre los gentiles, es decir, entre los que no eran israelitas. Es esto y no otra cosa, lo que hace que Pedro ya no dude más en bautizar a los paganos, sin hacerlos pasar por las normas judaicas de la Torah: Â¿cómo puede negarse el acceso al bautismo a los que ya han sido ungidos por el Espíritu Santo? Dios concede gratuitamente su gracia por encima de las barreras de raza y nacionalidad. También prescindiendo de la asimilación del Israel del Espíritu al Israel de la carne. 

2. Este será también el mensaje predicado por Pablo de Tarso. Algunos lo tendrían que recordar hoy también. Cornelio era uno que â€œde los temerosos de Dios, daba muchas limosnas al pueblo y oraba constantemente”. Es decir de una categoría de creyentes próxima a la religión de Israel, pero sin ser del ‘Pueblo Elegido’ porque carecían de la marca de la circuncisión carnal. Pero, a los que temen a Dios y oran, Dios se les revela y los circunda con la circuncisión del Espíritu Santo, llevándolos a la Verdad plena. Ha empezado el Nuevo Testamento, en el cual la justificación viene de la gracia y de la verdad de Cristo, no de la Ley como dice el prólogo del Evangelio según Juan.

2. El proceder del Dios-Amor.

3. San Juan Apóstol, centra su Evangelio y sus Cartas en el misterio del Amor. El Amor de Dios y el amor a Dios proceden de la misma iniciativa: la de Dios mismo. La iniciativa de justificar, mediante la gracia bautismal, a los no judíos sin pasar por el yugo de la Ley, es la explicitación de un misterio mucho más profundo. Jesús en el ‘discurso’ de la Ultima Cena habla de la justificación de esa extraña iniciativa de Dios que da la gracia sin la Ley. Es un designio amoroso de Dios: “El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por El: El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.” Iniciativa de amor en un amor oblativo y gratuito para nuestra ‘jusrtificación’, es decir, santificación.

3. La respuesta amorosa del cristiano a la iniciativa amorosa de Dios. 

4. Las palabras de Jesús merecen una atención muy especial. â€œPermaneced en mi Amor. Si cumplís mis mandamientos permanecéis en mi Amor, lo mismo que Yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su Amor” (Jn. 15, 9-10).

5. Amar a Dios y permanecer en su Amor es hacer lo que El nos pide. La palabra “mandamientos” no se refiere sólo a los que conocemos como los “Diez Mandamientos”, sino a ‘todo’ lo que Dios desea de nosotros. Es el caso entre Dios Padre y Dios Hijo: éste hace lo que el Padre quiere y es así como permanece en el amor del Padre. Nosotros permanecemos en el amor de Dios si actuamos de la misma manera: haciendo lo que Dios desea de nosotros. El amor humano funciona de la misma manera: el enamorado hace lo que la enamorada desea y viceversa. Uno y otra buscan complacer al otro. 

6. Amar a Dios es, pues, complacerle en todo. Es nada más y nada menos que una dinámica de amor. La verdadera felicidad está en permanecer en el amor de Dios, cumpliendo los deseos de Dios y no los propios deseos. Así nuestro gozo será “pleno”, nos dice el Señor.

4. Dios es Amor. 

7, El Amor viene de Dios y es Dios mismo. Es decir, no podemos amar por nosotros mismos, sino que Dios nos capacita para amar. Más aún: es Dios mismo quien ama a través de nosotros. Él es el que ama de verdad, no con amor egoísta, sino con un amor generoso, oblativo y gratuito que se manifiesta en Cristo. No se busca el propio egoísmo sino la felicidad del ser amado. Quien ama así, conoce a Dios. 

8. El precepto de Cristo es claro: “Este en mi mandamiento: que os amáis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn. 15, 12).”.El amor de Cristo es pura oblación: “Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos” (Jn. 15, 13).El verdadero amor, ese Amor que viene de Dios, con el que podemos amar nosotros, amando como Dios quiere que amemos, puede llegar a la oblación total, a la entrega total de la vida por el ser amado. Es la oblación de todo lo que consideramos como propio: nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestro propio interés, para optar por los deseos del ser Amado. Esa oblación es un constante morir a nosotros mismos, al ir dejando lo que consideramos nuestro, para irnos entregando a Dios, a sus deseos y designios. Esa oblación es dar la toda la vida por Dios. Así, si fuera necesario y nos llegara el momento, estamos ya preparados para ofrecer también nuestra vida física, como lo hizo Cristo y como lo han hecho los santos mártires.

Jaume González-Agàpito

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