3. LOS JUDÃOS QUE VOLVIERON DE BABILONIA Y EL “PUEBLO DE LA TIERRAâ€
1. El grupo de ‘notables’ israelitas/judÃos que, en sucesivos periodos, fueron volviendo de Babilonia a Palestina, muchos con los documentos de “pureza de sangre†y de posesión de bienes inmuebles, más o menos legales, arreglados o incluso inventados, bajo el brazo, encontraron a los israelitas, judÃos o no, que no se habÃan movido al exilio. Eran muchos. HabÃan evolucionado, no poco, a ‘mezclarse’ con los paganos que los circundaban. HabÃan intentado, sin demasiado éxito, continuar con el culto a Yahweh, pero habÃan caÃdo en la idolatrÃa reinante en los pueblos vecinos. Estos, sin embargo tenÃan casa, ganado y tierras.
Los ‘notables’ y sus equiparados que volvÃan de Babilonia, a parte de su documentación acreditativa, no tenÃan nada, pero sà que querÃa recuperar lo que habÃa sido suyo, o de su casa, o, si podÃan algo equivalente o mayor. Estos ‘retornados’ para designar a los otros, es decir, a los que no se habÃan movido, inventaron la expresión “pueblo de la tierraâ€, am hÄ’Äresâ€, que se reconocÃa en la larga tradición del termino en la tradición ‘abráhamica’. En la época monárquica, ya algo mÃtica al volver de Babilonia, designó el sector mayoritario de la población extraña a la corte real de los “siervos del reyâ€. Era la población libre que tenÃa medios de producción propios, que estaba organizada por familias y clanes locales. Era un sector con suficiente libertad económica y social como para afirmarse ante el poder constituido. Ante él estaba toda una compleja organización burocrática que tenia su cumbre en el rey y su morada.
2. El llamado “pueblo de la tierra†jugaba, polÃticamente, un papel muy restringido. Se personaba públicamente sólo en circunstancias crÃticas muy particulares: cuando estaba en peligro la continuidad monárquica, en las crisis dinásticas y cuando algún hecho atentaba contra el orden público constituido. Era entonces cuando “el pueblo de la tierraâ€, mediante sus ancianos y sus jefes de clan, se constituÃa en garante de lo que se habÃa estipulado o creado en el contrato con el rey. Pero fuera de los casos en que se habÃa producido un vacÃo de poder, “el pueblo de la tierra†habÃa permanecido pasivo y confiado en la voluntad justiciera del rey. Otra cosa, nuca hizo.
3. El empleo de la expresión “el pueblo de la tierra†para designar en conjunto a los ‘súbditos’ se encuentra todavÃa en época persa con Yehawmilk,. Pero, en la época de la cautividad babilónica, y en la lengua hebrea, ahora solo del culto y de las ceremonias domesticas religiosas, cambió de significación y de valor. Una lectura atenta y reflexiva del Libro de Ester nos instruye al efecto. Como los deportados eran, en gran parte, miembros de la nobleza palaciega y destacados individuos de la clase sacerdotal, mientras que gran parte de la población socialmente libre se habÃa quedado en su lugar de origen, se generalizó entre los deportados babilónicos, el denominar “el pueblo de la tierra†a los que se habÃan quedado en Palestina.
Aquà aparecÃa algo notable e importante: la relación entre el ‘pueblo’ y la ‘tierra’, no era general, en sentido patriótico o religioso, indicaba una cuestión muy concreta e interesada. QuerÃa significar quién era el ocupante legÃtimo del territorio, y, concretamente, de los solares e inmuebles sitos en él. También querÃa indicar la base legal de los tÃtulos, asignaciones o credenciales que se tenÃan para dilucidar la posesión de lo que habÃa en “la tierraâ€. ¿Era una acreditación humana o divina? Si era divina, ¿en función de que obtenÃa su licitud y legalidad: el pacto fundacional, la identificación del verdadero ‘resto’ de Israel?
En realidad, sin embargo, en la literatura bÃblica sobre el asunto, que. para nosotros, es casi exclusiva, el campesinado y los artesanos que permanecieron fÃsicamente en la ‘tierra’, fueron considerados como una especie de ‘anexo’ fÃsico y ‘natural ‘de la tierra, pero, sin voz ni voto, y sin ningún derecho humano propio.
4. Una vez de vuelta y en Palestina, los ex-cautivos que habÃan vuelto a su patria, emplearon la expresión “el pueblo de la tierra†para designar incluso a los residentes: judÃos no deportados o no emigrados, a los israelitas del norte no deportados, a todos los yahwehÃstas sin cartas de acreditación e incluso a los miembros de la comunidad israelita que se pretendÃa reconstruir, pero que no tenÃan las nociones teológica, cultuales, cultuales e ideológicas que los repatriados habÃan elaborado durante el destierro. Apareció asà la acepción de exclusión, en vez de la de pertenencia que siempre habÃa caracterizado al término ‘pueblo’, antes de la cautividad.
En los textos posteriores a la cautividad más significativas, como son Esdras, NehemÃas y las  Crónicas, se impone un valor étnico, evidenciado por el uso del plural “los pueblos de la tierra†o también “los pueblos de las tierrasâ€, para designar a las naciones diferentes de Israel, que, ahora, es todo él judÃo: samaritanos, edomitas, ammonitas, y todos los que ocupaban partes del territorio israelita, pero, que no guardaban el sábado ni los demás signos distintivos del verdadero yahwehismo, que se oponÃan a la reconstrucción del templo y que con todos lo medios posibles intentaban impedir la restauración nacional y religiosa del Israel/JudÃo. Con esos pueblos no debÃan contraerse matrimonios. También el uso sacerdotal impuso el empleo rabÃnico del término “los no hijos de la tierra†para designar a los no circuncidados y a los que no reconocen o no observan la Torahdivina.
Jaume González-Agà pito