EPIFANÍA 2022

  1. Hoy celebramos una solemnidad que ha degradado casi completamente el cristianismo fácil y cómodo que nos han vendido los mercaderes del Templo. Hoy es la Santa Epifanía.
    En griego el verbo ‘phaino’ que significa brillar o iluminar, especialmente en la substantivación de su participio neutro pasivo ‘phainomenon’, leído ‘phenomena’ en la pronunciación bizantina, ha tenido un gran predicamento en la historia de la filosofía y de la ciencia en occidente. Ya lo advirtió Ch. Mugler, en su “Dictionnaire historique de la terminologίe optique des Grecs”, Paris 1964, pp. 406-413. Fenómeno es lo que aparece de la realidad, lo que los latinos llamaron la ‘species’. Es lo que los sentidos conocen de una cosa. La noción habitual indica una insuficiencia (la apariencia no nos hace conocer la realidad) o incluso una ilusión. Es la apariencia que traiciona la realidad. ANaxagorss (fragmento 21) ya dijo que “las apariencias son el rostro de lo invisible”. Pero fue ARistóteles quien empiezó a usar el término en sentido científico (Metafísica, L, 8, 1073b). Todo ello llevará, en la Historia de la Filosofía occidental, a todo un debate entre el ser (ens) y lo que aparece de él (phainomenon) o, como lo decía Hegel, en su “Phänoimenologie des Geistes”, entre la conciencia y su objeto. Hoy, en las diversas ramas de la ciencia el ‘pahinomenon’, la apariencia, poco tiene que ver con el objeto de la ciencia.
  2. En el Νuevo Τestamento, ‘phaino’ (1) tiene el significado fundamental de brillar, Iluminar (2). La 2Pe 1, 19 compara la palabra profética de la Escritura con la luz radiante de una lámpara:
    «Υ tanto más firme es la palabra profética que poseemos. Haréis bien en ateneros a ella como a una luz que resplandece en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero matutino se alce en vuestros corazones».
    Recogiendo motivos del Sal 118, 105 y de 4Esd 10 (12), 42 («Τú nos has quedado entre todos los profetas como una lámpara en lugar oscuro»), este versículo entiende la palabra profética de la Escritura como una referencia a Cristo y a su parusía, ya que la transfiguración de Cristo reveló su ser divino. La promesa cristοlόgica de la Escritura incide como luz sobre las actuales tinieblas del mundo (3). La luz de la palabra profética brilla hasta que amanezca el día escatológico, cfr. Rom 13, 12 (el día de la parusía pondrá fin a la noche) y 2Cor 4, 4-6 (dimensiόn cόsmica e individual de la luz divina). El «lucero matutino» de 2Pe 1, 19 podía ser una alusión a la estrella, interpretada mesiánicamente, de Num 24, 17. La metáfora se aplica a una persona en Jn 5, 35, donde el Jesús joánico compara a Juan el Bautista con una lámpara: «El era la lámpara que ardía y alumbraba». En el contexto de la maldición lanzada contra Babilonia (Αp 18, 23), dice el ángel castigador: «Νο resplandecerá ya en ti la luz de lámpara ni la voz del novio y de la novia volverá a escucharse jamás en ti».
  3. En Ap 1, 16 la metáfora de la luz del sol se aplica cristοlógicamente a la manifestación del Hijo del hombre: «Υ su rostro resplandecía como el sol cuando brilla en su fuerza» (cfr. Mt 17, 2; Dan 7; Ez 1, 24ss.). En este contexto escatológico de la parusía debe entenderse también la visión apocalíptica de la destrucción del mundo, tal como se indica en Αp 8, 12. El empleo de φαίνω en el prologo del Evangelio según Juan (Jn 1, 5) es consecuentemente cristοlόgicο («Υ la luz resplandece en las tinieblas…»), mientras que en 1Jn 2, 8 la ética del «mandamiento nuevo» se fundamenta cristοlόgίcamente: «Os escribo un mandamiento nuevo, el cual es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya está alumbrando».
  4. Es en las tinieblas del mundo que va hacia el caos que resplandece la luz. Se proclama la vigorosa superioridad de la luz de Cristo como un epifenómeno. Es decir, algo que ilumina y da a entender la verdadera entidad del mundo y la de Cristo. Se trata de un motivo existencial de la fe, que hace resaltar el dominio positivo de ella sobre el mundo y que triunfa sobre las tinieblas de la propia experiencia del mundo. En este contexto semántico, la forma pasiva es expreiόn de un acontecimiento de epifanía (έπιφάνεια) que acentúa la luminosa irrupción de Dios en la experiencia de las tinieblas del mundo. Se presupone como trasfondo apocalíptico y escatológico del motivo la antítesis entre la luz y las tinieblas. Pero, en las tinieblas, resplandece, con fuerza la luz de Dios. Es el poder de Dios que resplandece en los actos del Jesús terreno. Recuérdese la reacción de los testigos presenciales, cuando Jesús expulsa un demonio en la curación de un poseso, en Mt 9, 33: «¡Nunca se vio cosa igual en Israel!».
  5. La Epifanía es de la realidad cristológica: Dios en la carne de Cristo. Esa es la superación del fenómeno de la terrenidad en una visión realmente epifánica de la luz. El que es la “luz de la luz” que “viniendo a este mundo ilumina a todo hombre”, Él es la revelación definitiva para poder interpretar la realidad. Heb 11, 3 emplea el verbo φαίνω en un contexto filosófico y gnοseοlόgicο. La palabra creadora de Dios se considera como la razón que dio origen al mundo visible (βλεπόμενα):
    «En la fe conocemos que los mundos fueron creados por la palabra de Dios, de tal manera que lo visible no fue hecho por lο que es perceptible por los sentidos (φαινόμενα)».
    Volvemos a Anaxágoras: Con ello se rechaza una comprensión materialista de la creación, derivada de una cosmogonía cerrada y no trascendente. Se proclama una fe teοcéntrica en la creación y, con ello, la existencia de una teleología del cosmos, el cual tiene un orden establecido por Dios y, en él su propia finalidad.

(1) Aparece 31 veces (13 en Mateo, 2 en Marcos, 2 en Lucas, 2 en Juan, 3 en Pablo, 4 en el Apocalipsis y una vez (en cada uno) en Hebreos, Santiago, 1 Pedro, 2 Pedro y 1 Juan). La forma activa aparece 9 veces, 7 de ellas en los escritos jοánicos.

(2) Desde los tiempos de Homero se usa en sentido intransitivo para designar el resplandor y la luz dada por diversas fuentes luminosas como el sol, la luna, la lámpara o el fuego.

3 Cfr. Mt4,16;Jn1,5;Ef6,12.
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Jaume González-Agàpito

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