EL “SANTO ENCUENTRO”: EN LA SOLEMNIDAD DE LA PRESENTACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN
- El primer testimonio de una memoria litúrgica de la Presentación de Jesucristo en el templo de Jerusalén nos lo da la “Peregrinatio Egeriae”, en donde se indica genéricamente con el nombre de “Quadragesima de Epiphania”, porque son los cuarenta dïas después de la Epifanía. La fiesta se celebraba “cum summa laetitia ac si per Pascha” (SCh 21, 36, p. 206). Egeria no alude a las candelas llevadas en procesión. Es la matrona romana Ikalia, en tiempos de Marciano (450 – 457) quien sugiere su uso.
- La solemnidad, con el nombre de ‘hypapante’ = “occursus (Domini)”, es decir, encuentro del Señor con el anciano Simeón, se difundió desde Jerusalén fuera de Palestina. Entre otros testimonios tenemos el sermón para la fiesta de la Presentación de Gregorio Niseno (PG 46, 1151 – 1182) y el de Cirilo de Alejandría (PG 77, 1039 -1050). Un edicto de Justiniano, en el añio 542, ordenó solemnizar la fiesta de la Presentación también en Constantinpla (Teófanes, Chronographia: PG 108, 487 – 488).
- La única representación visible de la Presentación en el templo que ha llegado hasta nosotros es la del mosaico del lado derecho del arco triunfal de la basílica de Santa María la Mayor de Roma, en el pontificado de Sixto III (432 – 440) (C. Cecchelli, I mosaici della basilica di S. Maria Maggiore, Torino 1956, p. 219, tb. 53-58). La escena se desarrolla, solemnemente, delante de un pórtico y concluye en el Templo. Escoltada por dos ángeles, la Virgen, con hábitos regios y postura estatuaria, avanza llevando en los brazos al niño Jesús. Al lado suyo está José señalando a la profetisa Ana y al anciano Simeón, que se acerca lleno de reverencia con las manos cubiertas por el palio para acoger al Niño “in pallio suo”, como precisa el PseudoMateo (XV) que, por lo demás, se acomoda a la narración canónica del Evangelio según Lucas. Detrás de Simeón se encuentra el asombrado grupo de los sacerdotes israelitas y,abajo, se ven cuatro aves, dos blancas y dos oscuras, que recuerdan con su número la ofrenda de María según el Pseudo-Mateo, que altera en este punto la fuente canónica[1].
- En el rito bizantino, esta fiesta va precedida de un día de antefiesta y se cierra el 9 de febrero. Pero, dada la proximidad de la Cuaresma, esta fiesta con su octava posterior queda, a veces, muy reducida en razón de la antecuaresma. Si coincide con el domingo de la tyrophagia, se concluye el mismo día por la tarde. Si cae en domingo, se dicen los anatásima en el tono correspondiente a tal domingo. Hay otras particualidades, en caso de que coincida con uno de los domingos de Cauresma[2].
- Siguiendo el ejemplo de las iglesias orientales, también Roma acogió la fiesta de la Presentación, el día 2 de febrero. Fue el papa Segio I (687 – 701) el que la introdujo junto con otras tres fiestas marianas: la de la anunciación, la asunción y la natividad (Liber Pontificalis 1, 376).
En Roma, como en el oriente, la fiesta de la Presentación se celebraba con gran solemnidad, aunque tenía cierto carácter penitencial, con una procesión desde San Adriano hasta Santa María la Mayor, como atestigua el Ordo XX del siglo VII (M. Andrieu, Ordines Romani du Haut Moyen Age III, Louvain 1951, p. 235), en el cual no se observa ninguna alusión al rito de la bendición de las candelas, que solamente vemos atestiguado a finales del siglo IX o comienzos del X por algunas fórmulas añadidas al Sacramentario de Padua (A. Ebner, Quellenund und Forschungen zur Geschichte und Kunstgeschichte des Missale Romanum im Mittelalter, Freiburg i. Br., 1896, p. 130). En las demás iglesias de occidente la fiesta de la Presentación fue introducida más tarde. En España, por ejemplo, no se encuentra antes del siglo XI[3]. - El nombre de esta fiesta “hypapante” es un témino que ya se encuentra algunas veces en los antiguos calendarios romanos, significa encuentro. El encuentro del Hijo de Dios, hecho hombre, con su pueblo. En ese día, se celebra el primer paso público del Verbo de Dios para la salvación de los hombres. En està perspectiva, la Navidad y la adoración de los Magos, son fiestas en la intimidad de la sagrada familia. En la Fiesta del Encuentro, Cristo aparece públicamente y encuentra a su pueblo en el templo de Jerusalén. En su primera aparición pública en el templo, se somete ostensiblemente a la ley que el mismo había dado. Pero el momento es grande y glorioso: es la llegada, pública y manifiesta, del Ungido de Dios al templo jerosolimitano.
- Pero Cristo es, en aquel momento, un niño. Un niño que es el Verbo de Dios encarnado por obra del Santo Espíritu, en su Madre. Ella aparece como la primera que lleva la luz del que es “Luz de Luz”. Los brazos de María son, en este momento glorioso, el trono del Ungido/Masïas de Dios en el templo de Jerusalén.
Jaume González-Agàpito
[1] También figura una Presentación en el templo entre los temas representados en los mosaicos de La Daurade de Tolosa (siglo V-VI), de los que sólo tenemos unas vagas indicaciones (H. Woodruff, The Iconography and date of the mosaics of La Daurade, “The Art Bulletin” 13 (1931), pp. 80ss). Este mismo tema debía aparecer también en la decoración de la iglesia de San Sergio en Gaza (primera mitad del siglo VI) (Coricio, Laud. Marc. I, 48: ed. Foerster, p. 14). Sobre la iconografía: C. Cecchelli, I mosaici della basilica di S. Maria Maggiore, Torino 1956, pp. 219s; G. A. Wellen, Theotokos. Eine ikonographische Abhandlung über das Gotresmutterbild in frühchristlicher Zeit, Utrecht-Antwerpen 1961, pp. 60s; K. Wessel, Darstellung Christi im Tempel, RBK 1, 1134-1135; E. Lucchesi Palli, Darbringung Jesu im Tempel, LCI 1, PP. 473 – 477; P. Testini, Alle origini dell’iconografia di Giuseppe di Nazaret: RAC 48 (1972) p. 334.
[2] Cfr. Mercenier, E. – Bainbridge, G., La Prière des Églises de rite byzantin, Chevetogne, (2)1953, reimpresión anastática de 1962, pp. 311-340.
[3] Estudios sobre la fiesta: P. Batiffol, Etudes de liturgie et d’archéologie chrétienne, Paris 1919, pp. 193 – 215; L. Duchesne, Origines du culte chrétien. Etude sur la liturgie latine avant Charlemagne, Paris (5)1925, pp. 287 – 288; G. Löw, Purificazione, EC 10, 341-345; M. Righetti, Manuale di storia liturgica II, Milano 1955, pp. 90-95. (SCh 21, 36, 206).