EL ANTICRISTO EN LA BÍBLIA 

  1. El Anticristo es el contrincante de Cristo y de su reino. Fuera de las Cartas de Juan, en toda la literatura bíblica, canónica e incluso en la “parabíblica’, ese nombre no aparece. 
  2. Hablando sobre la destrucción de Jerusalén, Jesús amonestó contra los engaños de los seudocristos o seudo-profetas (cfr. Mt 24, 5-11; 24, 23s. Mc 13, 6; Le 22, 8).            
  3. Flavio Josefo habla de diferentes actuaciones de los falsos proféticis (Bell. II, 13, 4-5) con la apariencia de una inspiración profética. También apardcieron  durante el asedio (Bell VI, 5, 2-3); 
  4. En 2Tes 2, 3-12, está la descripción de los pseu-cristos. Aparecerá también “el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición” que se opondrá y se alzará contra todo lo que se diga de Dios (Dan 11, 36 ss.), hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse Dios a sí mismo. (Ez 28, 2 = Mt 24, 15; Mc 13, 14).
  5. Entonces se manifestará “el inicuo”, a quien el Jesús gloriosi matará con el aliento de su boca, destruyéndole en la manifestación de su Parusïa (Mt 24, 29 s.; Mc 13, 24 ss.; Lc 22, 25 ss.; parusía cfr. Mt 10, 23; 26, 64; Mc 14, 61 s.; Lc 22, 68 s.). La “venida del inicuo” irá acopañada del poder de Satanás, y de todo género de milagros, señales y prodigios engañosos (Mt 24, 23 ss.; Mc 13, 21 ss.),
  6. Los judíos rechazaron el evangelio (Carta a los Tesalonicenses), y les vino el justo castigo, concluye Pablo. A los tesalonicenses, perseguidos por los judíos, Pablo recuerda la profecía de Jesús sobre el fin de Jerusalén que serviria de castigo para el judaísmo y de consuelo para la Iglesia de Palestina (cfr. Mt 24).
  7. Conviene no errar acerca del tiempo. El terrible castigo tiene como señales precursoras:
    1. La apostasía pronosticada por Jesús en Lc 18, 8; Mt 24, 12 s., y realizada en la iglesia de Palestina; cfr. Heb 4, 11; 6, 4 ss.; 10, 26-31; 12, 25; 2).
    2. La manifestación del odio por parte del judaísmo, adversario de Cristo y de subreino (I Tes 2, 15 s.).
    3. En tal manifestación se verificará la profanación del templo con el desprecio a toda norma divina y humana.
    4. Los términos se leen en Dan 11, 36 s., con la profanación del templo (v. Antioco Epifanes), y en Ez 28, 2, con la confianza en el triunfo.
  8. La profanación del templo es la señal que dio Jesús de que se acercaba el fin de Jerusalén: «Cuando viereis la abominación de la desolación predicha por el profeta Daniel, en el lugar santo” cfr. Dan 9, 17; 12, 11),Mt 24, 15; Mc 13, 14. Los zelotss, los jefes, se apostaron en el templo (FI. Josefo, Bell., V, 1-38, 98-109: 55, S62-566) y en él cometieron desmanes.
  9. Roma con su poder también tomó su partido respecti al odio de la sinagoga. Desde el 44 hasta el 62 d. C., se dió una tregua de unos 20 años, en el tiempo que la administración romana que tomó de nuevo el gobierno de la Judea.
  10. Este odio tuvo su primera explosión inmediatamente después de la rebelión en Roma (66 d. C.) con la negación de ofrecer sacrificios al emperador, con la huida del procurador Gesio Floro y la derrota del representante de Siria Gestio Galo. Los cristianis interoretarln Que se había llegado al fin predicho por Jesús en los pasajes anteriormente citados. Pero, O. Cullmann afirmó que esta interpretación (el imperio romano y su repre sentante) es la única compatible con el empleo y con el paso del neutro (rô «aréxov) (que indica la función impersonal del obstáculo) al masculino (6 Karéxv = agente personal de tal función). Es además la interpretación más antigua; es la misma de los Padres, adoptada por muchos exegetas, con retoques y variantes.
  11. Pero los Padres ponían Mt 24 (al menos desde el v. 21 en adelante), y 2Tes 2, en relación con el fin del mundo, y consideraban la manifestación del anticristo como la señal de la segunda venida de Jesús. De ahí brota fácilmente esta objeción: el imperio romano ha desaparecido y el anticristo no ha aparecido. Tal objeción ha desorientado a los exegetas induciéndolos a probar nuevos caminos, pero inútilmente, ya que concluyen que el pasaje de Tes 2 es iininteligible.
  12. Sin embargo, todo resulta más claro si se atiende al texto, al contexto y a las reconocidas y frecuentes referencias a la profecía de Jesús sobre el fin de Jerusalén (Mt 25).   
  13. En 1Jn y 2Jn, se amonesta repetidas veces a los fieles a que se guarden de los herejes, ya aparecidos en la lglesia primitiva, los cuales se oponïan el misterio de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. A estos herejes los llama Juan ‘anticristos’: ”Hijitos, ésta es la hora postrera (la hora última y definitiva es la que se inició con la venida de Jesús, por oposición a los períodos de tiempo que la precedieron y prepararon: Is 2, 2; 1Cor 10, 11; Gal 4, 1-5; Heb 9, 26), y como habéis oiído que está para llegar el anticristo, os digo ahora que muchos se han sparecido anticristos [… ]. De entre nosotros han salido, pero no eran de los nuestros […]. Quién es el embustero sino el que niega que Jesús es Cristo? Ése es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco tiene al Padre.. (1 Jn 2, 18-22; 4, 3). “Se han levantado en el mundo muchos seductores, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Éste (el que esto afirma) es seductor y anticrito” (2Jn v. 7).
  14. El Apocalipsis desarrolla el cuadro profético de la lucha entre Cristo y los poderes del mal (Satanás = el Dragón con sus seguidires). La profecía de Jesús (Mt 24) afirma, en sustancia, que en la lucha violenta, sangrienta y sin tregua que sostendrá el judaísmo contra la Iglesia naciente, no será ésta la que sucumbirá sino el otro. Pero, eso es sólo un episodio. El Apocalipsis, con su mirada en un futuro indefinido, afirma que la persecución acompañará siempre a la Iglesia, la cual saldrá siempre victoriosa y purificada. No habla, pues, de un anticristo personal, ni de ninguna acción que pueda ser localizada en un hecho, o en un momento, o en el fin del mundo. Trata de todas las manifestaciones del mal, durante en el curso de la historia de la Iglesia en la tierra.
  15. No está, pues, fundado en textos bíblicos el tema del anticristo escatológico, es decir de un individuo o de un conjunto de personas que deba preceder inmediatamente a la Parusía de Jesús al fin del mundo. Semejante concepto ha tenido su origen en el hecho de haber fusionado indebidamente en un solo sujeto las diferentes alusiones que acabamos de exponer, pertenecientes a temas distintos. Quien niega a Jesús y se opone a su 1glesia, ése es el anticristo, individuos o colectividades. Todos los herejes y todos los perseguidores son anticristos (= Cartas de Juan y Apocalipsis). Mt. y 2Tes. se refieren al enemigo más feroz de la Iglesia primitiva, cual es el judaísmo: predicen sus persecuciones, su efímero triunfo, y su castigo.

Jaume González-Agàpito

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.