ASÍ SE CELEBRABA LA MiSA EN ROMA, HACIA EL AÑO 222. HACE 1800 AÑOS 

« 1. Cuando se haya convertido en obispo, que todos le ofrezcan el beso de paz, saludándolo porque él se dignificó.

  1. Qué los diáconos le presenten la oblación y que él, imponiendo las manos sobre ella con todo el presbiterio, diga, dando gracias:
  2. – EI Señor sea con vosotros.
    Y que todos digan:
  • Y con tu espíritu
  • Elevad vuestros corazones.
  • Ya los tenemos elevados hacia el Señor
  • Demos gracias al Señor
  • Este es digno y justo.
  1. Y que continúe entonces asf:
    Nosotros te damos gracias, oh Dios, por tu Hijo bienamado, Jesucristo, que nos enviaste en estos últimos tiempos como salvador, redentor y mensajero de
    tu designio El es tu Verbo inseparable, por quien has creado todo, el cual, en tu beneplácito, enviaste desdę el cielo en el seno de una virgen y, habiendo sido
    concebido, se encarnó y manifestó como tu Hijo, nacido del Espíritu Santo y de la Virgen.
  2. EI fue quién, cumpliendo tu voluntad y adquiriendo un pueblo santo, extendió las manos para liberar del sufrimiento a quienes tienen confianza en ti. Mientras él se ofrendaba al sufrimiento voluntario a fin de destruir la muerte y romper las cadenas del diablo, para hollar con sus pies el infierno, para conducir a los justos a la luz, para fijar las reglas de la fe y manifestar la resurrección, tomando el pan te daba gracias diciendo: Tomad, comed, este es mi cuerpo que he partido para vosotros, y del misnmo modo el cáliz, diciendo: Esta es mi sangre que se ha vertido por vosotros. Cuando hacéis esto, hacedlo en mi memoria.
  3. Recordando, entonces, su muerte y su resurrección, nosotros te ofrecemos estę pan y este cáliz, dándote las gracias por habernos juzgado dignos de estar ante Ti y servirte como sacerdotes.
  4. Y te pedimos que envíes tu Espíritu Santo sobre la oblación de la Santa lglesia. Reuniéndolos, da a todos el derecho de participar en tus santos misterios para estar llenos del Espíritu Santo, para la afirmaciốn de su fe en la verdad, a fin de que te alabemos y
    glorifiquemos por tu Hijo Jesucristo, que tiene tu gloria y tu honor con el Espíritu Santo en la santa Iglesia, ahora y por los siglos de los siglos. Amén ».

HIPÓLITO DE ROMA, « LA TRADICIÓN APOSTÓLICA » N. 4. [LA OBLACION]

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