PAPA FRANCISCO: NO AL PELAGIANISMO
- Hoy la mayoría de los católicos es pelagiana. Es la herejía que más preocupa al Papa: el pelagianismo en la Iglesia de hoy. «Una de las cosas más difíciles de comprender para todos los cristianos es la gratuidad de la salvación en Jesucristo»; «La salvación no se paga, la salvación no se compra. La Puerta es Jesús y ¡Jesús es gratis!»; «El lugar privilegiado para el encuentro con Jesucristo son los propios pecados»; «Tengan confianza en el perdón de Dios. ¡No caigan en el pelagianismo!»: Son frases que el Papa Francisco ha ido diciendo a lo largo de los últimos años y ha ido advirtiendo del riesgo que la antigua herejía del pelagianismo se reproduzca en nuestros días.
- Pelagio defendía que la salvación se la gana uno a base de esfuerzos y a base de merecerla. ¿Quién era ese Pelagio? Pelagio fue un monje irlandés, alto, fuerte y bien plantado que decía que no se necesitaba una gracia especial para recibir la salvación eterna; sencillamente porque Dios nos ha dotado a todos con suficientes facultades para que nosotros mismos y por nuestro esfuerzo lográramos ganar el cielo. San Agustín le respondió enérgicamente.
- El semipelagianismo vino después, en el sur de Francia, y decía que sí que necesitamos la primera gracia, pero que después hacerla fructificar ya era cosa nuestra, algo que teníamos que conseguir con nuestros actos, con nuestros esfuerzos, con nuestros méritos. También fue condenado por la Iglesia: todas las gracias que recibimos en la vida son gratuitas, incluida la gracia de la perseverancia final. Todo es gratuidad.
- Una pregunta trampa: ¿qué «hay que hacer» para salvarse? Es una pregunta que no tiene respuesta. El Evangelio dice: «Sed como niños». Los que sean como niños entrarán en el reino de los cielos. También nos dice. «Pedid el Espíritu Santo». Hoy estamos muy endurecidos por el racionalismo, esto nos aparta de la infancia espiritual, nos aparta de acoger al Señor. Estamos empeñados en «comprender» antes que en «dejarnos hacer».
- Ante Dios no podemos poner condiciones. Solo el que es pequeño y sencillo recibe el Espíritu Santo. El Espíritu lo tenemos todos los bautizados, pero a veces parece un regalo sin abrir, no todos tenemos una experiencia profunda de Él. La gratuidad trae consigo que el Espíritu Santo te hace ver que no es tu obra, sino que es obra de Dios. Una consecuencia es que se te quita el peso de la salvación, no lo llevas tú. Y el pecado y la lucha contra el pecado dejan de ser el centro de la vida espiritual, ya no estás centrado en el combate, en los sacrificios, en las cautelas de todo tipo, en la condena, etc. Cuando todo gira en torno al pecado, te olvidas de la fuente.
- El amor de Dios, ante todo, es gratuito, y «más que hacer, se trata de dejarse hacer» Es la gratuidad de la salvación en Jesucristo»; «La salvación no se paga, la salvación no se compra. La Puerta es Jesús y ¡Jesús es gratis!»; «El lugar privilegiado para el encuentro con Jesucristo son los propios pecados»; «Tengan confianza en el perdón de Dios. ¡No caigan en el pelagianismo!»: son frases que el Papa Francisco ha ido diciendo a lo largo de los últimos años, a la vez que ha ido advirtiendo del riesgo que la antigua herejía del semipelagismo se reproduzca en nuestra vida diaria.
- Sin embargo, se trata de vivir aquello que vivió la Virgen: «Hágase en mí». La Virgen vivió ajena al semipelagianismo. Ella vivió la gracia trabajando en ella. Es una dimensión en la que cuesta entrar, es una dimensión en la que el protagonista es el Espíritu Santo, no nosotros.
- ¿Pero qué importancia tiene tu pecado cuando vives en compañía de Aquel que ha muerto gratuitamente por ese pecado? Aunque lo vuelvas a cometer, por tu debilidad, ya no es lo mismo. Si estás en la dimensión del Espíritu, tu pecado se transforma en una pobreza. “Te basta mi gracia”, Dice el Señir. Tú, aguanta tu pobreza. Él la iréirá sanando a lo largo de tu vida. Ese, tu pecado está clavado en la Cruz de Jesucristo, y lavado por su sangre. Si no vas por este ‘camino’ entras en el escrúpulo, en hacer todo lo que puedas para librarte del ‘odio’ De Dios, en las cautelas, en la autosantifuxsción, en una relación ‘comercial’ con Dios de méritos y deméritos, en ‘comprar’ la salvación.
- “A quien hace todo lo que puede Dios no le niega su gracia”. “A quien madruga Dios le ayuda”. Eso dicen los budistas, lis estoicos, los masones y los pelagianos y semipelagianos. Pero la gratuidad de la gracia es una experiencia del cielo que ya empeza aquí. Esa es la libertad de la gracia De Dios. Esa, y no otra, es la vida de la gracia. Es la alegría de Dios que magnifica mi persona y ya no me pesa el pecado. No te pesa tu salvación. No tienes miedo a la muerte. No tienes miedo al Juicio. Esa alegría, ese estar libre de exigencias, libre del poder del pecado por obra de su misericordia. La vida en Cristo no es el estrés de la religión como yugo, el que vive en la gratuidad vive las cosas de Dios con mucha paz y alegría en el cirazón.
- ¿Entonces no hay que hacer nada en absoluto? La gratuidad se vive, sobre todo, en la alabanza, en la experiencia de Dios, en el amor al prójimo. Puedes vivir en paz aunque seas un pecador. San Agustín llegó a exclamar: «¡Bendito pecado!». El sentido profundo del pecado es que ha sido perdonado por Dios. El amor de Dios que ha destruido nuestros pecados es más grande que nuestros pecados. Por eso puedes decir: «Bendito pecado que nos ha merecido tan grande Redentor». Porque si yo no fuera pequeño, pobre y pecador, no necesitaría un salvador y perdonador como Jesucristo.
- ¿Dónde quedan entonces la oración, el Rosario, la Misa, el ayuno…, las prácticas religiosas habituales? Una vez que tienes la experiencia del Espíritu, este te hace hacer «las obras que Dios dispuso de antemano que tú practicases». Él te da la gracia, y también las obras para hacer, como estas de las que has hablado, por medio la caridad. Madre Teresa de Calcuta recibió el carisma de los pobres, pero aseguraba que todo lo que había hecho en realidad lo había hecho la gracia de Dios. No paraba de decir: «Es obra suya». Ella decía a sus hermanas que si salían a los pobres sin Jesucristo, «entonces estaríamos haciendo una obra nuestra». O sea, pelagianismo.
- La gratuidad es exigencia de servicio en la Iglesia. El que está gratuitamente movido por el Espíritu de Dios, obra por su gracia, la obra de Dios El Papa Francisco dice «La Iglesia no es una agencia humanitaria o una ONG. La Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel».
- El Papa afirma la doctrina verdadera: la gratuidad de la salvación. Más que hacer, se trata de dejarse hacer. Como la Virgen María. La Virgen no le dijo al ángel: «De acuerdo, me parece bien, haré todo lo posible, me comprometo, pondré todo mi esfuerzo en esto que me dices…». Ella dijo solamente: «Hágase en mí».
- Como San Pablo, que escribió: «Sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio». Es Dios el que tiene el poder, no nosotros Esa es la línea que separa la gratuidad del pelagianismo. Este lenguaje va para arriba, la gente está cansada de una doctrina vacía, cansada de tantos pesos y cargas. Pensamos que a Dios le hemos de pedir la gracia para que haga «yo» las obras que «yo» tengo que hacer. Con ese pelagianismo, eres tú el que te salvas, ayudado por la gracia, pero eres tú el protagonista, el que te ganas tu salvación.
- La gratuidad es exigencia de servicio en la Iglesia. El que está gratuitamente movido por el Espíritu de Dios, obra por su gracia, la obra de Dios El Papa Francisco dice «La Iglesia no es una agencia humanitaria o una ONG. La Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel».
- El pecado y la lucha contra el pecado dejan de ser el centro de la vida espiritual, ya no estás centrado en el combate, en los sacrificios, en las cautelas de todo tipo, en la condena, etc. Cuando todo gira en torno al pecado, te olvidas de la fuente. ¿Pero qué importancia tiene tu obsesión por el pecado cuando vives en compañía de Aquel que ha muerto gratuitamente por ese pecado?
Mons. Jaume González-Agäpito