PLEGARIA DEL CORAZÓN / ORACIÓN A JESÚS. “LA GUARDA DEL CORAZÓN”

  1. Para orar bien hay que Impedir los errores de la imaginación. Combatir los malos pensamientos. Obrdecer a la palabra de Dios, sin la cual no puede darse la conciencia pura necesaria para la plegaria. Todo ello supone la « guarda del corazón » que permite adquirir sin dificultades todo lo demás.
  2. Para orar, es necesario cerrar la puerta de la celda, en un estado de tranquilidad, sentarse, inclinar la cabeza sobre el pecho, « mirar hacia el centro del vientre », comprimir la respiración, hacer un esfuerzo mental para encontrar el lugar del corazón, es decir, unir la mente y el corazón y repetir, al mismo tiempo, la « epiclesis de Jesucristo »: « Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mÍ ».
    .
  3. Al principio, se experimenta como una especie de molestia y algo de oscuridad. En un segundo momento, se percibe una especie de luz. En esta situación, cuando aparece un mal pensamiento, enseguida queda expulsado y destruì­do. Mediante la invocaciòn del nombre del Señorr Jesús, los ímpetos de las pasiones se funden y se desvanecen como la cera ante el fuego.
  4. Todo ello, no se obtiene de inmediato. Es necesario pasar por estos estadios sucesivos:
    • Control de las pasiones
    • Dulzura de la salmodi
    • Alcanzar la theoria, la contemplación fija y sin desvíos..
      Asï­ se construye la “casa espiritual” a la cual vendrá Cristo.
  5. Todo esto es sublime por ser gratuito y celestial, pero, está a nuestro alcance por la fuerza de la gracia divina. “Lo demás, lo aprenderás también con la ayuda de Dios, practicando la “guarda del espí­ritu” y sintiendo la verdadera presencia de Jesús en el corazón. Esto, si estás, en tu paz, en tu celda y abierto a quien te enseñará todas las cosas.
  6. El método de la Plegaria de Jesús no es ni académico, ni cartesiano. No se da en él una fómula definida de la oración del corazón. El ‘método’ es solamente la invocación y la epiclesis de Jesús. Eso y sólo eso,­ es lo que hallamos en los venerables manuscritos griegos, en la transmisión auténtica y fiel e incluso en el mismo texto crítico editado hoy.
  7. Pero la versión “neogriega” del método, que se encuentra en los volúmenes patrológicos de Migne y que es, tal vez, una paráfrasis, hay esta curiosa ‘novedad’.
    Se dan dos versiones de la fórmula: “Señor Jesucristo, ten piedad de mÍ­”.
  8. La llamada versión neo-griega no es anterior al siglo XVIII, pero sí que es un buen testimonio de la interpretación tradicional, seguramente más antigua, de la “epiclesis de Jesús”. Es muy verosI­mil, que el “Señor ten piedad de mi”, sea lo que quiere significar el pretendido método cuando habla de la “invocación del Nombre”. Se trata, en todo caso, de una interpretación ya corriente en los siglos XIII y XIV.
  9. Este método da lugar una impresión bastante compleja:
    Por una parte, los consejos clásicos de la espiritualidad hesicasta. Por la otra, una novedad, algo un poco desconcertante: la invocación del Nombre de Jesús va ligada a ciertos procedimientos psico-fisiológicos.
    El Padre Hausherr, dice que dicho método es inteligible y posible, si se lo compara con el ˜método” propuesto en el tratado “Sobre la guarda del corazón”. Nicéforo preconiza la oración de Jesús , acompañada con la expulsión del aire respirado “en el corazón” para facilitar, como él dice, la entrada del ‘espí­ritu’ en el corazón.
  10. Pero, lo más importante del tratado de Nicéoro es lo siguiente: “Retira de la razón todo pensamiento discursivo. Tú puedes, si quieres, hacerlo con la invicación: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí”. Cuida, en lugar de cualquier otro pensamiento, de afirmar siempre esto dentro de tí mismo”.
  11. La misma fómula clásica de la oración del corazón fue propagada con la adición: “Hijo de Dios”. Por otra parte, el título mismo del tratado lo indica, la oración de Jesús es presentada por Nicéforo en un contexto ascético tomado de los Padres y de acuerdo con la espiritualidad tradicional. Es difcil fechar ese tratado. Según la tradició³n atonita, Nicéforo habrîa sido monje en el Athos hacia el año 1340. Tuvo una gran reputación de santidad. Quizás fue uno de los maestros de Gregorio Palamás.
  12. Es sin duda, después de Nicéforo, que hay que situar el pseudo-Crisóstomo y su “Carta a los monjes”. Su editor, en Migne, la declara “omnino futilis et inepta”. Esta apreciación nos parece muy injusta. Es necesario, dice en sí­ntesis el escritor desconocido:
    “Reducir todos los malos pensamientos mediante la invocación del nombre de Jesús”:
    1. Es necesario repetir de la súplica por la tarde: “Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten piedad de nosotros”,
    2. Es necesario orar así­ mientras se come y se bebe.
    3. Es necesario recordar a Jesucristo hasta que el nombre del Señor penetre en nuestro corazón y descienda allí profundamente, aplaste al dragón y vivifique el alma.
    4. Es necesario que nuestro corazón absorba al Señor y que ambos se convierten en uno.
      1. Esta no es una obra de un dí­a o dos. Requiere tiempo y buen trabajo.
      2. Se puede realizar en cualquier lugar, no hay que localizarla en las iglesias: “Tú eres un templo; no busques otro lugar”.
        Hay que señalar que el autor emplea la fórmula de Nicéforo, pero sustituyendo el pronombre singular por el plural “nosotros”. También es impirtante notar que no menciona ninguna técnica corporal.
  13. Hacia el año 1200, la monja Teodora, hija del emperador Isaac Angel, intercambiaba correspondencia espiritual con el abad Isaí­as que se ha confundido con el escritor monofisita del siglo V. Este abad Isaías recomendaba insistentemente a Teodora el uso del “Kyrie eleison”. Es posible preguntar si, para Isaías, el Kyrie eleison conservaba el sentido de la invocación al Dios de los Padres del desierto, o si el Kyrie, según el uso frecuente del Nuevo Testamento, no designa aquÍ a la persona de Cristo. Lo que hace veroso­mil esta hipótesis es que Isaí­as, en sus cartas, inserta y se detiene en un pasaje de un manuscrito atonita, el “Codex Panteleimon 571”, texto utilizado por Nicéforo que se refiere claramente a la oración de Jesús. En ese caso, las cartas de Isaí­as nos permitirán aprehender en vivo el proceso de transición que culmina en la oración de Jesús a partiir del Kyrie eleison.

Jaume González-Agàpito

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