LA MISA DOMINICAL Año B, domingo 11, 16 de junio de 2024
Sugestiones de Mons. Jaume González-Agàpito para la plegaria y para la preparación individual
Año B, domingo 11, 16 de junio de 2024
Ez 17, 22-24; 2Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34
- Hace unos años, uno de vosotros me decía: “Monseñor, ¿usted nunca habla de política?”
- No, yo no hablo nunca de política, pero, hoy voy ha hacer una excepción. Algún avisado creerá que voy ha hacer una soflama recomendativa para lo que unos u otros venden por los media o por las plazas. Quien así piense, demuestra que poco me conoce. De esto, ya hablan, a veces, los que tienen que hablar: los obispos. Y, además, a vosotros, cristianos conscientes, no creo que tengáis necesidad de que nadie os recomiende lo que nos conviene. Ya sabéis nadar por vosotros mismos.
- Hoy voy ha hablar de política en la única manera en que se puede hablar aquí, en un lugar santo y, además, durante la celebración de la Eucaristía. Es decir, voy a intentar responder a la gran pregunta: “¿Sostiene Dios los mismos valores que nosotros en la acción para la transformación del mundo?”.
La respuesta es, evidentemente, no.
- “Derroca a los poderosos y enaltece a los humildes”.
3 Ahí fuera, se nos recomienda ser fuertes. Si uno no puede serlo, al menos ha de intentar arrimarse al quien lo es: “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. En cambio en la palabra de Dios que acabamos de leer, se nos ha dicho que el Señor “humilla los árboles altos y ensalza a los árboles humildes”.
- Esta es la política de Dios. La misma Santísima Virgen la proclamó en el Magníficat: “Derroca a los poderosos de sus solios y enaltece a los humildes”.
- Esa política desconcertante de Dios.
- Parecería una política inoperante, inaplicable para la jungla en que nos toca vivir. Pero, si lo consideras bien, quiero decir críticamente, en realidad se trata de una política realista. Históricamente realista.
- ¿Quién se acuerda de tantos y tantos ‘árboles’ que con su poder, a veces conseguido con el sufrimiento y la injusticia, querían proteger con su sombra a los menos poderosos. El Imperio romano con todas sus figuras, los reyes de los bárbaros, el intento de Carlomagno, los emperadores de Bizancio, la pretensión medieval de institucionalizar el arrimarse a “buen árbol” en el feudalismo, la prepotencia de los príncipes renacentistas “soluti a legibus”, el regalismo, los sueños revolucionarios y las bravatas del liberalismo histórico y de la masonería, la cruel utopía marxista, las propuestas de los dictadores nacionalsocialistas, etc.
- Y esto, es sólo para referirnos a nuestro ámbito cultural. ¿No nos parecen ahora cenizas, confusión, vergüenza?
- Dios es un ecologista de árboles pequeños. En la Biblia hebrea se llaman los ‘anawin’ (los pobres de Yahweh): los profetas, los mártires del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento: Jesús mismo, la Virgen, los apóstoles, los monjes, Bernardo, Francisco, Felipe Neri, Teresa de Calcuta, la monjita que pasa desapercibida a tu lado, mientras los poderosos intentan arreglar el mundo.
- “La Chiesa va da se”
- Eso dicen casi como chiste los curiales de Roma. Pero la Iglesia va sola por un motivo teológico más profundo. Porqué es el Señor mismo quien la lleva, Él con su fuerza. Porque toda ella, cuando es fiel a su misión, es el “resto de Israel”, es la ‘ekklesía’ de los “pobres de Yahweh”. Es simiente y árbol pequeño.
- La Iglesia camina, aparentemente sola, porque es el Señor mismo quien la lleva, quien la dirige y quien le da fortaleza. Contra viento y marea, avanza y camina, porque su fuerza es la fuerza del Dios que se manifiesta en los pequeños, en los pobres, en los granos de mostaza, en los arbolitos que Dios mismo planta.
- La Iglesia, en este mundo que nos rodea y cuya historia antes hemos aludido someramente, es la realización de lo que proclamaba Santa María en Ain-Kharem: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.