CRISTO REY DEL UNIVERSO

Sugestiones de Mons. Jaume González-Agàpito para la plegaria y para la preparación individual

Año C. Solemnidad de Cristo Rey del Universo, 20 de noviembre de 2022

1. Cristo Rey

1. Celebramos hoy la fiesta que Pío XI fijó el 11 de diciembre de I925. El fin era el llamar la atención sobre Cristo, Rey divino, según los parámetros de la primitiva Iglesia: “sentado a la derecha del Padre” y que “volverá, al fin de los tiempos, rodeado de poder y majestad”. Esta imagen de Cristo Rey del cosmos no ha quedado relegada en un desván. Aunque ella se contrapone a esa imagen vendida y popularizada de “Cristo amigo, compañero y camarada”. “Cristo Señor glorioso” es quien nos acompaña en el ciclo litúrgico anual, en el Misal, en la Liturgia de las Horas y en la celebración de los Sacramentos. Pero, Pío XI pensó que el pueblo cristiano casi la había olvidado, en su época. Ese Papa, gran erudito, creyó que la realeza de Cristo devolvería a la piedad popular, sin ella, demasiado inclinada al sentimentalismo, el nervio y la fortaleza de la verdadera personalidad de Cristo Jesús. 

2. Consecuentemente, la Iglesia, en su Liturgia, quiere hoy presentarnos la imagen del Rey del universo: “Vemos en la fiesta de hoy una solemne confirmación, por parte de la Santa Sede, de nuestros esfuerzos en el terreno litúrgico”, decía el canónigo regular y gran renovador de la Liturgia católica, Pius Parsch.

2. Jesús el Cristo, “Rey del Cosmos”. 

3. Aquí viene la gran pregunta: ¿qué cosmos? Pues ése que, pasmados ante su grandeza e inmensidad, todavía no comprendemos. Desde la presentación, en 1905 y 1916, de Albert Einstein, de la teoría de la relatividad especial, que todavía hay dificultad de casar con las teoría cuántica de campos para que suenen en sinfónico acuerdo con la teoría de las cuerdas, el cosmos nos aparece, cuando sabemos algo de los agujeros negros y de todo lo que es nuevo y de lo que se va, como algo casi inmenso, inabarcable, inasible.

4. Ese reino de Cristo nos lo describe la Carta a los Colosenses: “Reino de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos la redención, esto es, el perdón de los pecados. Cristo es la imagen de Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él tienen su fundamento todas las cosas creadas, del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, sin excluir a los tronos y dominaciones, a los principados y potestades”. 

5. Por ello, “Vendrá, con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin”. Palabras del Credo, olvidadas hoy. Esperamos la manifestación de la gloria de Cristo. La espera, que es esperanza, tiene su lugar, su tiempo y su razón. El lugar, físico y espacio-existencial, es la Iglesia de Cristo. El tiempo, es ese interludio que es la efemiridad de nuestro tiempo abocado a la eternidad. La razón, la misericordia de Dios que nos da “un espacio de vere paenitentiae”, un respiro para nuestra conversión. En ello estamos, en la espera/esperanza de ser juzgados por nuestra vida y por el rasero de nuestro amor.

3. Jesús el Cristo y su Iglesia

6. El reino de Cristo no es de este mundo, porque es eterno. Es un reino de justicia y de paz. Aquí sólo podemos ensayar, en espejo y en imagen, vivir la gran realidad de la vida eterna en Dios: ese es el reinado de Cristo. “Venga tu reino” vamos a clamar hoy, de nuevo, en el Padrenuestro.

7. Es en el amor esponsal de Dios hacia la humanidad, es decir, en el gran Sacramento (méghalon mysterion) de Cristo y la Iglesia, donde se manifiesta el plan de Dios sobre el mundo. Trabajar para el “Reino de Cristo” es construir su Iglesia. Construirla en la obediencia a Dios, a su siervo glorioso Nuestro Señor Jesucristo y con los Apóstoles y sus sucesores. Hay que construirla en el proyecto que tiene sobre ella Cristo. Pero, quizás, contra nuestro amor instrumental y blasfemo que quiere usarla para fines utilitaristas y terrenos, cuando no políticos. Construirla en la noche obscura en la que no siempre entendemos porqué el Señor ha escogido pastores tan inútiles como el que escribe.“Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” es la gran realidad que se dice al “Buen Ladrón” y a cada uno de nosotros en el hoy y el ahora eterno de Dios.

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