El decreto del Vaticano II Unitatis reintegratio dice que el ecumenismo es un conjunto de «actividades e iniciativas que, de acuerdo con las diversas necesidades de la Iglesia y las circunstancias del tiempo, buscan y promueven la unidad de los cristianos» (UR 4). Consecuentemente: 1) La división que separa los cristianos y es presentada como un hecho que invita a la reflexión que implica una responsailidad para los cristianos. 2) Es una realidad que pone en tela de juicio la identidad confessional. 3) Obliga a preguntarse por la voluntad de Dios sobre la Iglesia. 4) Nadie puede eximirse de esta responsabilidad. 5) La voluntad de Cristo exige que los cristianos vivan unidos (Jn 17, 21). 6) La division es una vera y pròpia traición que ignora la voluntad de Cristo y puede hacer pensar que «Cristo mismo está divido» (UR 1), es «piedra de escándalo para el mundo y un real obstáculo para la predicación del evangelio» (UR 1). De ahà que la división en cuanto hecho histórico revela un estado d infidelidad que se consuma en el plano radical de la fe. Y se propone un programa concreto, según el cual «todos deben» examinar su fidelidad a la voluntad de Cristo sobre la Iglesia y. emprender la obra de renovación y reforma» (UR 4). Convienr subrayar que el ecumenismo es una experiencia, no porque promueve una acción concreta, sino sobre todo porque en esa acción aflora la conciencia critica sobre la Iglesia. El recurso ecuménico al método histórico restablece un horizonte teológico muy especifico: el ecumenismo está abierto a un ejercicio operativo que provoca una determinada correlación: se examinan los hechos que no siempre se aceptan como propios, pero que se aceptan en la lÃnea de la profecia y de los carismas. Con ello se evita la tentación de regular el ecumenismo sólo desde fuera de “lo que mo es mi problemaâ€. El ecumenismo no puede ser eterónomo, ya que todas las decisiones en torno al mismo, deben hacer referencia directa o indirecta a la experiencia ecuménica como lugar teológico privilegiado. Es por ello que el decreto conciliar no ofrece una definición conceptual y prefiere la descripción operativa: asi queda patente que el objeto de que se trata es el «Movimiento Ecuménico». La misma historicidad, al tiempo que especifica cómo han acaecido los hechos, los constituye en acontecimiento de gracia, porque el mornento temporal en que ha surgido el ecumenismo es un don de Dios a la Iglesia. De este modo el ecumenismo se libera de la reducción ‘pastoral’ que tiende a considerarlo como una técnica de actuación de carácter apologético. En cuanto al ‘acontecimiento’, el ecumenismo tiene un horizonte que forma parte de la óptica evangelizadora que es un elemento constitutivo de la vocacio’n de la Iglesua. Por ello, la experiencia ecuménica es un hecho nuevo, cuya originalidad pertenece al designio de la gracia (UR 1). También hay que subrayar que el texto conciliar habla de la Iglesia en singular, pese a que se refiere a todos los cristianos. No adopta un punto de vista pastoral-disciplinar, pues, en ese caso, se dirigirÃa sólo a los católicos y no a los cristianos de otras confesiones eclesiales. Afirma que la vocación a la unidad es un deber de la Iglesia, cualquiera que sea el régimen confesional en que se manifiesta. La afirmacio’n es de tipo doctrinal y declara que los cristianos no deben considerarse separados sólo que entre si (UR 1). Con respecto a Cristo están en la unidad porque Cristo es princi-pio de comunioón, y ellos son los «suyos», pese a estar divididos. Con ello cambia el juicio socio-institucional de la eclesiologia clásica de raÃz belarminiana, para la cual las comunidades cristianas nacidas de la Reforma, por estar separadas de la Iglesia católica, no son iglesias, están separadas también de Cristo y son infieles a él. Asi el ecumenismo se halla alejado de cualquier irenismo, el cual es inevitable cuando se adopta una actitud exclusivamente pastoral y condicionada por el ciclo ético- cultural en que se trabaja. De aqui derivan dos consecuencias: 1) La primera subraya la unidad frente a la division; le concede la prioridad, impone su lógica y hace de ella el fundamento esencial para superar la division, que representa una anomalia histo’rica. 2) La segunda especifica que la expresión «hermanos separados» pone el énfasis en el término «hermanos», de suerte que el «separados» no altera en modo alguno la condicio’n de fraternidad inalienable. Eso en la lÃnea de la última encÃclica de Papa Francisco y del libro de Joseph Razinger, del año 1960, Due chrislichr Brüderlichket, La discus1on conciliar pusó de manlflesto la dificultad de comprensión por parte de muchos padres conciluares que pretendÃan que el término «católico» no especificase los «principios», sino el «ecumenismo». No habÃan leido a Razinger, ni soñaron con lo que dirÃa, en 2020, el Papa Francisco. Todo lo cyal significa que no hay dos ecumenismos: el católico y el de los ‘otros’, sino uno sólo: el ecumenismo es un don y un compromiso común a todos los cristianos, y lo que la Iglesia católica reunida en concilio ha hecho al respecto ha sido establecer para los suyos los criterios y los proyectos de actuación. Hay también el problema de la continuidad del ecumenismo con la tradición teológica y pastoral de la Iglesia católica. La novedad del ecumenismo resalta por el hecho de que supera la metodologia apologética y polémica de la “teologÃa fundamental†anterior. La atención al «otro» nacerÃa de la responsabilidad que de proclamarse y defenderse tiene la Iglesia, la cual, por estar confirmada en la verdad, serÃa la única capaz de constituirse en pauta para definir la identidad cristiana del «otro». El eclesiocentrismo absolutizante no deja espacio alguno para que el otro, acaso en posesión de su propia identidad en relación con Cristo, pueda entrar en confrontacio’n en nombre de la única fe que confiesa al Señor Jesús. De ahi que el ecumemsmo ofrezca una hipótesis nueva de responsabilidad misionera, tanto en lo que concierne a los cristianos divididos entre si como, indirectamente, a los hombres, cualquiera que sea su situación ideológica. Hay que hacer notar que el cambio es debido a un doble principio teológico. 1) El primero afirma que la confrontación-encuentro de los cristianos acontece en Cristo y no en la Iglesia. Y ello con un desplazamiento de acento: de un principio institucional se pasa a un principio de gracia que provilegia la fe en Cristo, considerando la caridad como su consecuencia esencial y no como una decision operativa. 2) El segundo principio afirma que la relación unidad-verdad no depende de un consenso doctrinal abstracto en torno a la revelación. Este consenso se realiza en Cristo, que es una persona y no un sistema de conceptos, y afecta al hombre, el cual, por su relación con Cristo, sea cual sea su verdad, es también verdad en cuanto persona. La relación, pues, desplaza el acento del derecho de la verdad a la unidad al derecho del hombre, siem- pre a causa de Cristo, a ser «uno» en la verdad. Es un tránsito de un orden ‘metafi’sico’ a un orden Histórico. La fe vivida se convierte asi en el lugar teológico dentro del cual se encuadra plenamente el ecumenismo. Jaume González-Agà pito
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