EL FRACASO DE JESÚS EN NAZARET

1. Jesús fue a Nazaret en compañía de sus discípulos y fracasó

1. La experiencia fue fatal. Jesús concluyó: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos”.

2. Razón del ‘fracaso’ de Jesús en Nazaret

2. ¿Por qué el fracaso? El sábado, Jesús se puso a enseñar en la sinagoga. Todo ello con la mayor naturalidad: era un rabino, sabía una lengua que casi todos ignoraban: el hebreo, y podía leer el texto sagrado, traducirlo y comentarlo en arameo.

Pero, todo ello hecho con una autoridad y una coherencia que impresiona a los habitantes de un pequeño pueblecito que estaba a menos de 5 quilómetros de una gran ciudad, Séforis, en la cual se hablaba griego, había sinagogas que celebraban en aquella lengua, bibliotecas, teatro, baños públicos y tantas cosas más. La había destruido y reedificado Herodes el Grande.

3. Nazaret, sin embargo, estaban muchos judíos, de origen no galileo, que se habían establecido allí después del ‘retorno’ de Babilonia. Ellos eran el testimonio del Israel post-exílico. Multitud de ellos escuchó a Jesús y se preguntaba con asombro: ¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el [hijo del] constructor, el hijo de María, el hermano de Jaime, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?”. Estaban tan desconcertados que les sobraba aquel Maestro Jesús que sabía leer e interpretar tan bien las Sagradas Escrituras.

4. Lo que dijo Ezequiel en tiempos de la cautividad babilónica, resuena aquí de nuevo: “El Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera en pie y oí una voz que me decía: “Hijo del hombre, Yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde, que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus padres me han traicionado hasta el día de hoy. También sus hijos son testarudos y obstinados. A ellos te envío para que les comuniques mis palabras. Y ellos, te escuchen o no, porque son una raza rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.

3. El poder de Cristo se manifiesta también en la debilidad de sus apóstoles cuando no son aceptados

5. Dice Pablo: “Yo no me lleno de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme”. Los que predican el poder y la gloria de Cristo Jesús, lo experiementan precisamente en su debilidad y, sobre todo, cuando son rechazados y humillados. Sienten a Cristo que les dice: “Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”. 

6. Por ello, los cristianos y las cristianas, preferimos gloriarnos de nuestras debilidades, para que se manifieste en ellos el poder de Cristo. Y es este poder de Cristo Jesús el que es capaz de convertir y de transformar a las mujeres y a los hombres que oyen el Evangelio de Jesús el Cristo, pese a nuestro origen, profesión, familia, conciudadanos y amigos. Pese a que los de Nazaret no aceptaban que el hijo del constructor fuera el Cristo. Eso fue la fuerza de su testimonio que triunfó, en todo el mundo y durante casi 20 siglos, pese a los reparos de envidia patriótica de los nazarenos.

7. Nos alegramos que también en nosotros, las cristianas y los cristianos del siglo XXI, se manifieste la gloria y el poder del Señor Jesús. Nuestras debilidades, los insultos que recibimos, nuestras necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufrimos por Cristo, son la garantía de que, aunque no triunfemos en nuestro propio Nazaret. Todo ello demuestra que cuando somos más débiles, precisamente entonces, somos más fuertes.

Jaume González-Agàpito

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