EL SACRAMENTO DEL ORDEN EN LOS PADRES DE LA IGLESIA POST-NICENA

  1. Los diversos grados del orden

1.1. Iglesia latina

  1. Los Padres de la Iglesia post-nicenos, vuelven a enumerar de modo regular los grados superiores del orden: episcopado, presbiterado y diaconado.
    Respecto a los grados inferiores, entre los que entonces se contaba también el subdiaconado, se advierte, sin embargo, una gran diversidad, ya que durante esta época perdieron mucho su importancia.
  2. El ministerio de los ostiarios se confió, a partir del siglo V, a los laicos, a los ‘mansionarii’.
    El lectorado se encomendó, desde el siglo IV, a niños, apenas fueran capaces de recitar un texto.
    Las tareas de los exorcistas fueron asumidas, las más de las veces, por los presbíteros.
    El grado inicial de la carrera eclesiástica en la Roma de los siglos IV y V era usualmente el lectorado, que se confería ya en edad infantil.
  3. El papa Siricio (384-399) menciona los siguientes grados del cursus eclesiástico, que no era preciso recorrer siempre sin solución de continuidad: lector, exorcista, acólito, subdiácono, diácono, presbítero y obispo. Quien desde su infancia se dedica al servicio de la Iglesia, debe llegar a lector ya antes de los años de la adolescencia, ser acólito y (o) subdiácono en su época de juventud hasta los treinta años, y después, cinco años diácono y diez años presbítero. Si se acredita, puede más adelante obtener el cargo episcopal. El adulto puede alcanzar el lectorado, y también el exorcistado. Después de dos años puede ser acólito y (o) subdiácono; pasados cinco años, diácono, y, más tarde, presbítero u obispo.
  4. El papa Liberio (352-366), según su epitafio, fue lector desde su primera juventud; llegó a ser más tarde diácono y, por último, obispo (papa). El mismo cursus recorren, ateniéndonos a inscripciones antiguas, los papas Dámaso (366-384) y Siricio (384-399).
    El papa Inocencio I (402-517) menciona sólo cuatro grados: lector, acólito, diácono, sacerdos (presbítero y obispo). Se han pasado por alto los grados del ostiario, exorcista y subdiácono.
    El papa Zósimo (417-418) enumera las mismas órdenes sagradas que Siricio, pero no las considera todas obligatorias. Quien desde la infancia tiene acceso al ministerio eclesiástico, ha de ser lector hasta los veinte años. El adulto que inmediatamente después de recibido el bautismo quiera dedicarse al servicio de la Iglesia, ha de ser lector o exorcista por cinco años; después debe ser cinco años acólito o subdiácono, y, por último, cinco años diácono. Si ofrece garantías, puede alcanzar el presbiterado o el cargo de obispo.
    Según el papa Gelasio I (492-496), la escala jerárquica gradual abarca los siguientes grados: lector, acólito, subdiácono, diácono, presbítero, obispo. Falta el exorcista; se menciona al ostiario, pero considerándolo como estado extrajerárquico.
  5. Las Falsificaciones simaquianas, que aparecen poco después del año 500, son más completas en la enumeración de los grados del orden que las ya mencionadas decretales pontificias, pero no reproducen las circunstancias eclesiásticas que se daban entonces en Roma, sino que hay que considerarlas como ideal de una anhelada reforma eclesiástica.
    El supuesto Concilio romano de 275 obispos, bajo el papa Silvestre, enumera todos los grados del orden mencionados en la carta de Cornelio, desde el ostiario hasta el obispo, y prevé para cada orden tan largos intersticios, que sólo al cumplir cincuenta y dos años de ministerio se podría haber logrado el cargo de obispo.
    El supuesto Constitutum, del papa Silvestre, llega incluso a cincuenta y cinco años de ministerio para la obtención del episcopado, lo que indica claramente que las menores órdenes habían perdido ya para entonces su importancia.
  6. El mismo espíritu que los dos documentos mencionados alientan dos noticias dependientes de ellos que trae el Liber Pontificalis (hacia el 530). Una informa sobre un supuesto decreto del papa Cayo (283-296), según el cual las órdenes habían de recibirse precisamente en el mismo orden que se ofrece en la carta de Cornelio.
    La otra repite sustancialmente el Constitutum del papa Silvestre, pero prevé treinta días para el ministerio de exorcista y añade como nuevo grado el de “custos martyrum”.
  7. Lo más tarde en el siglo VI, se introdujo en Roma, como grado previo antes de recibir las órdenes, el simple ‘clericato’, que incorporaba al sujeto al estado clerical, haciéndole partícipe de los privilegios inherentes al mismo. Se recitaba sobre los candidatos la «oratio ad clericum faciendum». Como señal externa de su nuevo estado recibía la tonsura.
    Recibían el simple clericato no sólo los aspirantes a las órdenes sagradas, sino también los funcionarios pontificios (notarii, defensores). La introducción del clericado simple llevó consigo una mayor languidez de las órdenes menores. El simple clérigo, saltándose los grados inferiores, podía recibir, en seguida, las órdenes superiores.
    De San Gregorio Magno (590-604) se informa que se hizo primero monje, estado que llevaba aparejado la admisión en el estado clerical; después, diácono y, por último, papa. En un caso en que se preveía que un seglar iba a ser nombrado obispo, el papa Gregorio da la siguiente norma: el elegido debe primeramente ser tonsurado, es decir, ha de hacerse clérigo; después, monje o subdiácono, y, pasado algún tiempo, obispo.
  8. En la época siguiente, el subdiaconado fue convirtiéndose cada vez más en un grado previo necesario para recibir las órdenes mayores. El diaconado no se consideró como grado previo obligatorio del presbiterado, y éste tampoco se consideró como obligatorio para el episcopado.
    Se dio el caso de que clérigos inferiores fueron ordenados presbíteros e incluso obispos. Mucho más frecuente era el caso de diáconos consagrados obispos. En la época que contemplamos, los siguientes papas fueron elevados a la sede pontificia siendo diáconos y consagrados, de diáconos, directamente obispos:
    Liberio (352-366), Félix II (355-358), Dámaso (366-384), Siricio (384-399), Eulalio (418-419), León I (440-461), Hilario (461-468), Félix II (III) (483-492), Anastasio II (496-498), Símaco (498-514), Hormisdas (514-523), Bonifacio II (530-532), Agapito (535-536), Virgilio (537-555), Gregorio I (590-604), Sabiniano (604-606), probablemente sus dos sucesores Bonifacio III (607) y Bonifacio IV (608-615), Juan IV (640-642) y Juan V (685-686).

1.2. Iglesia Oriental

  1. Tampoco en la Igkesia de Oriente existe unanimidad en la enumeración de las órdenes menores, mientras se consideran como órdenes mayores, de una manera constante, el diaconado, el presbiterado y el episcopado.
  2. El Sínodo de Antioquía (336-341) permite a los corepíscopos establecer lectores, subdiáconos y exorcistas, pero no ordenar a un presbítero o a un diácono sin autorización del obispo de la ciudad.
    El Sínodo de Sárdica (336-343 ó 344) determina que un seglar elegido para obispo no debe ser ordenado sin que haya ejercido previamente el ministerio de
    los siguientes grados del clero: presbítero, diácono, subdiácono, lector, cantor, exorcista, ostiario.
    Epifanio de Salamina (hacia el 377) menciona los siguientes grados: obispo, presbítero, diácono, subdiácono, lector, diaconisa, exorcista, hermeneuta (traductor de un idioma a otro), copista. Una relación similar, prescindiendo de los hermeneutas,
    pero incluyendo a los cantores, se encuentra en el Pseudo-lgnacio
  3. Las Constituciones Apostólicas, aparecidas en Siria antes del año 400, muestran diversas relaciones de órdenes. Entre los órdenes menores se habla del ostiario, del lector, del cantor, del exorcista, del subdiácono, de la diaconisa. Lo mismo que en los testimonios precedentes, falta por completo el acólito. Acerca del exorcista se observa que no recibe ninguna ordenación, ya que su función es un carisma que otorga Dios inmediatamente. Según las Constituciones apostólicas, sólo se confiere la ordenación a los obispos, presbíteros, diáconos, subdiáconos y lectores.
    En la iglesia principal de Constantinopla, en la época del emperador Justiniano I (527-565), estaban previstos 60 presbíteros, 100 diáconos y 40 diaconisas, 90 subdiáconos, 110 lectores y 25 cantores; además, 100 ostiarios, que no eran considerados clérigos.
    Faltan exorcistas y acólitos, señal de que estos dos grados habían caído en desuso por entonces en el Oriente.
  4. Una innovación estructural de la Iglesia oriental fue el grado de cantor. El Ssínodo de Laodicea es el primero que hace referencia a ello en sus decisiones. En las Constituciones Apostólicas y en los Cánones Apostólicos se mencionan con frecuencia los cantores, pero no se prevé para ellos una ordenación sagrada propiamente dicha.
  5. Los fosores, mencionados en Epifanio y el Pseudo-lgnacio, corresponden a los fossores o fossarii de que hablan las fuentes latinas, que preparaban las sepulturas y se ocupaban del entierro de los difuntos.
    En las actas de la confiscación de libros sagrados y de propiedades eclesiásticas en Cirta el año 303, al enumerar al clero de Cirta, tras el obispo, los presbíteros, los diáconos y los subdiáconos, se aducen los nombres de los fossores.
    El tratado pseudojeronimiano De septem ordinibus, que apareció en la Galia meridional a comienzos o mediados del siglo V, nombra como primer orden clerical a los fossarii.
  6. Además de éstos, anota entre las órdenes menores a los ostiarios, lectores y subdiáconos. Se omiten los exorcistas y los acólitos, lo que permite concluir que estas órdenes habían pasado a un segundo plano por esta época.

1.3. Iglesia en lad Galuas

  1. Para el acolitado, antes de los Statuta Ecclesiae antiqua (final del siglo V), no se puede encontrar un solo testimonio en la literatura cristiana de la Galia.
    Es al final del siglo V que aparece un documento muy importante para la historia del derecho y de la liturgia en el sur de la Galia: los Statuta Ecclesiae antiqua, una colección de 102 estatutos de derecho eclesiástico y litúrgico.
  2. Hay que considerar al presbítero Genadio de Marsella como autor, y puede situarse su redacción en la época que va del 476 al 485. La conclusión de esta colección representa una «recapitulatio ordinationis officialium ecclesiae» .
    Allí se determina cómo se ha de realizar la ordenación de los ministros eclesiásticos.
  3. Se aducen los siguientes grados en línea descendente: obispo, presbítero, diácono, subdiácono, acólito, exorcista, lector, ostiario, salmista.
    Siguen después determinaciones sobre la consagración de una virgen y sobre la instrucción de las viudas dedicadas al servicio en el bautismo de las mujeres.
    La enumeración de los Statuta muestra un claro paralelo con la enumeración de los ordines y estados eclesiásticos en una de las orationes solemnes de la liturgia del Viernes Santo.
    Sólo existe la diferencia de que, en lugar de los confessores, se coloca a los salmistas.
  4. Según todas las apariencias, el autor tomó como pauta la oración procedente de la antigua liturgia romana, que por su parte coincide exactamente con la carta de Cornelio en la enumeración de las órdenes, para añadió en ella unas indicaciones litúrgicas sobre la colación de los mencionados cargos ministeriales eclesiásticos.
    De la enumeración de los órdenes no se puede concluir que todos los grados mencionados estuvieran generalmente en uso en la Galia meridional de aquella época.
    La omisión del exorcistado y del acolitado en el tratado De septem ordinibus y los testimonios epigráficos hablan en contra de ello. El salmistado, que aparece aquí por primera vez en un documento de Occidente, fue tomado de la Iglesia de Oriente. Se dejan ver también en el rito de la colación influjos de la liturgia de la Iglesia oriental.
    El primer puesto entre todos los grados del sagrado orden Io ocupa el obispo
    • 2. Distinción entre un obispo y un presbítero.
  5. Hacia la mitad del siglo IV, el presbítero Aerio de Sebaste impugnó la primacía del obispo sobre los presbíteros. Aerio sostenía la opinión de que obispo y presbítero eran iguales.
  6. Epifanio de Salamina luchó contra esta teoría en su magna obra antiherética (374-377), y fundamenta la primacía del obispo en el poder, que sólo a él compete, de ordenar.
  7. La ordenación de los obispos determina por engendrar tesbíteros para la Iglesia; la ordenación de los presbíteros, por engendrar, mediante el baño de regeneración hijos para la Iglesia, pero no padres y maestros. Al presbítero no le corresponde ni compete la imposición de manos para ordenar.
  8. Dependiendo de Epifanio, Agustín registra las tesis de Aerio en su obra De haeresibus.
  9. Una orientación ‘presbiteral’ que aproxima mucho el presbiterado al episcopado se aprecia por la misma época también en Occidente; concretamente, en el Ambrosiáster y en Jerónimo. Según el Ambrosiáster, obispo y presbítero representan un grado del orden, ya que cada uno de ellos es sacerdote (sacerdos). El obispo, en cambio, es el primero. Por eso, todo obispo es presbítero, pero no todo presbítero es obispo.
  10. El biblista Jerónimo, en su lucha contra la arrogancia de los diáconos romanos, prueba con testimonios de los Hechos de los Apóstoles y de las cartas paulinas que las designaciones episcopus y presbyter significaban, originariamente, Io mismo. Una expresa el oficio o cargo, la otra expresa la edad. Al principio, las comunidades cristianas habrían sido gobernadas conjuntamente por un colegio presbiteral. Mas cuando, todavía en tiempo de los apóstoles, se formaron partidos, en interés de la unidad se elegiría a uno de los presbíteros, poniéndolo al frente de los demás, y a él se le habría encomendado el gobierno de la comunidad para prevenir futuras escisiones.
  11. La única ventaja que llevaría el obispo sobre los presbíteros sería la de conferir las órdenes sagradas.
  12. Pero aun esta ventaja remonta, según Jerónimo, más a una disposición eclesiástica que a una ordenación divina.
  13. Las ideas de Jerónimo sobre la igualdad primigenia de obispo y presbítero perduran en el tratado pseudojeronimiano De septem ordinibus (siglo V). El desconocido autor del mismo, un presbítero de la Galia meridional, enseña que, «por causa de la autoridad», se reservó sólo al obispo la ordenación y consagración de los clérigos, para garantizar la armonía entre los presbíteros y evitar escándalos.
  14. Isidoro de Sevilla (+636) tomó literalmente esta frase del tratado pseudojeronimiano. El Pseudo-Jerónimo permite sin reparo al presbítero administrar la confirmación, y, para caso de necesidad, también la preparación del crisma, que siempre se consideró como un privilegio especial del obispo.
  15. Juan Crisóstomo (+ 407) justifica el paso inmediato del obispo a los diáconos, saltando a los presbíteros, en 1 Tim 3,8, aduciendo la tesis de que entre los presJuan Cucurullbíteros y los obispos sólo existe una mínima diferencia, pues también los presbíteros han recibido el cargo de enseñar y están al frente de la Iglesia. Lo que el Apóstol ha dicho de los obispos, tiene validez también para los presbíteros. La única ventaja de los obispos consiste en la ordenación de clérigos.
  16. Los papas Inocencio I (402-417) y Gelasio I (492-496) defienden la primacía del obispo contra las usurpaciones de los presbíteros.
  17. Según Inocencio I, la administración de la confirmación es privilegio del obispo; según Gelasio I, la preparación del crisma y la administración de la confirmación.
  18. Los presbíteros son, como dice Inocencio, sacerdotes de segundo orden (secundi sacerdotes) ; no poseen la dignidad del sumo sacerdocio.
  19. De forma parecida fundamenta también Juan Diácono (hacia el 500) la primacía del obispo.

      JGA