Embriagados por la gracia increada de Dios
- La oración es una necesidad primordial de cada alma, un árbol de la vida que nutre al hombre mortal y le da la incorruptibilidad, ya que le hace participar de Dios, eterno e incorruptible. No hay hombre sin alma, ni una persona “viva en Cristo” sin oración.
- La oración es la actividad incesante de las huestes angélicas, el pan, la vida y el lenguaje de estos seres intelugentes e inmateriales: es la expresión de su amor a Dios.
- También los monjes, que en la carne imitan a los ángeles y luchan para vivir en la condición angelical: inflaman su eros divino a través de la incesante oración del corazón..
- Por eso, muy a menudo, en la historia, vemos a algunos monjes olvidarse, durante horas y días, de comer. ‘Olvidados’, quedan absortos en sí mismos, decididos, en sus mentes, a mirar fijamente al Señor que está en su cirazón.
- ¿Cuántas veces llamas a la puerta de los santos o cuántas cantó el gallo y, ellos, no sentían nada? Su intelecto estaba elevado a la comunión con Dios.
- La oración de los santos es un ejercicio espiritual, que se convierte en ofrenda al Padre y creador del mundo. Es calor del corazón, ascenso a las realidades celestiales.
- Con la oración, el monje abraza dulcemente al Esposo y Salvador de su persona en la realidad ‘angélica’ de su vida en Cristo y arrodillado ante su Nombre.
Mons. Jaume González-Agàpito