LA INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA. 5. INERRANCIA

27. El haber confundido inspiración con revelación y el haber admitido, como consecuencia, que todo elemento de la Biblia, por el hecho de ser inspirado, era “palabra de Dios” en sentido unívoco, es decir, “revelación de Dios”, fue causa de la huída de bastantes católicos de su Iglesia ante las dificultades formuladas contra la inspiración de la Biblia por las llamadas ciencias físicas y por los resultados de la crítica arqueológica.

El error es incompatible con la inspiración bíblica: es la simple deducción de lo que he expuesto en los apartados 1-4. 

Además esa incompatibilidad sin ningún atenuante y es sostenida por todas las fuentes y por el magisterio eclesial ya citados. Es verdad que sobre esta materia no existe ninguna definición dogmática formal. Pero se trata de una “verdad de fe”: los textos de la Sagrada Escritura inspirada por Dios no pueden contener error alguno.

28. Subrallo, ahora, que se trata: 

1.     De los textos originales.

2.     De los términos de relato dirigidos por la acción de Dios.

3.     De la labor del hagiógrafo.

La inerrancia atañe a todo cuanto el hagiógrafo ha querido expresar y según el modo cómo lo haformulado. Las versiones y las traducciones de la Biblia sólo participan de la inspiración y de la inerrancia en cuanto presentan fielmente el sentido y la forma del texto original.

29. El “sentido literal” se deduce de losprincipios de la hermenéutica, teniendo en cuenta el género literario elegido por el hagiógrafo. La verdad es la correspondencia adecuada de nuestra mente con el objeto, y esa correspondencia se da en el juicio, es decir, en el acto formal con que el entendimiento afirma su proporción con el objeto del conocimiento. Ese “juicio formal” y la verdad que en él se manifesta bajo uno solo de sus múltiples aspectos, aparece como “objeto formal” del entendimiento. Este juicio formal, queda limitado por parte del mismo sujeto y por parte de la misma enunciación. Con la primera limitación al establecer el objeto formal, se resuelven fácilmente las dificultades provenientes de las ciencias físicas.

30. La Sagrada Escritura no es un tratado científico: El Espíritu Santo, que es quien hablaba por medio de los hagiógrafos, no quiso enseñar a los hombres cosas que no tienen utilidad alguna para la salvación eterna[1]. El hagiógrafo describe “lo que aparece a los sentidos”[2], sigue los conceptos del tiempo y el lenguaje común. No es de su incumbencia el emitir un juicio a ese respecto, ni podría haberlo hecho de no haber mediado una revelación que no sólo era inútil para la historia de la salvación, sino que incluso habría sido perjudicial, pues nadie lo habría creído, ya que era contra los mismos sentidos.

Así nadie tilda de erróneo al hecho de hablar del ocaso y del nacer del sol, cuando no se trata de un manual de astronomía, sino de una novela en la que se emplea el lenguaje común, y donde, al contrario, sería un error el andar en busca de un juicio formal sobre la naturaleza íntima de tales fenómenos. El Espíritu Santo no intentó enseñar a los hombres cuál sea la constitución íntima de la naturaleza visible y, por eso, “al describir los fenómenos de la naturaleza, o emplea un lenguaje figurado o recurre al lenguaje corriente que se amolda a las apariencias sensibles”[3].

Jaume González-Agàpito


[1] San Agustín, Gen. ad litt. 2, 9.20; PL 34, 270; cfr. 42, 525

[2] Santo Tomás, Sum. Theol., I, q. 68, 3.

[3] Providentissimus Deus, en EB, n. 121.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.