LA MISA DOMINICAL Año B, domingo 7 de julio de 2024
Sugestiones de Mons. Jaume González-Agàpito para la plegaria y para la preparación individual.
Ez 2, 2-5; 2Cor 12, 7-10; Mc 6, 1-6.
- Ser profeta y sus riesgos
- A mis cuatro años me pareció que Dios me llamaba, A todos nos ha llamado Dios. No para ser “miembros de a pié”, sino para profetizar. Es decir, para hablar en el mundo en nombre de Dios. El Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera en pie y oí una voz que me decía: “Hijo del hombre, yo te envío [a los israelitas,] a un pueblo rebelde, que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus padres me han traicionado hasta el día de hoy. También sus hijos son testarudos y obstinados. A ellos te envío para que les comuniques mis palabras. Y ellos, te escuchen o no, porque son una raza rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos” (Ez 2, 2-5). Todos estuvimos el día de nuestra vocación dispuestos a ejercer de anunciadores del Dios vivo. Todos, los llamados, estábamos a punto de arriesgarnos por ello.
- Los de Nazaret se escandalizaron por el ‘profeta’ Jesús
- Pero no todos nos entendieron. Muchos nos despreciaron y se rieron de nosotros, empezando por nuestros propios conciudadanos y, lo que es peor, por nuestra propia familia. A Jesús le pasó lo mismo: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el el hijo del constructor y de María, el hermano de Jaime, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados. Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Como Jesús, quizás no pudimos convertir a nadie.
- “En ti, Señor, que habitas en lo alto, fijos los ojos tengo, como fijan sus ojos en las manos de su señor, los siervos. Así como la esclava en su señora tiene fijos los ojos, fijos en el Señor están los nuestros, hasta que Dios se apiade de nosotros. Ten piedad de nosotros, ten piedad, porque estamos, Señor, hartos de injurias; saturados estamos de desprecios, de insolencias y burlas”. Canta hoy el Salmo gradual (112, 1-2ª. 2bcd. 3-4). Ser profeta tiene sus riesgos y esa pude ser nuestra plegaria de hoy.
- Pero, quizás, en nosotros mismos, encontramos contradicción para profetizar
- Pero, además, dentro en nosotros mismos haya, también, un motivo de contradicción para nuestra vocación profética: “Para que yo no me llene de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme. Tres veces le he pedido al Señor que me libre, de esto, pero El me ha respondido: “Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”. Esto afirmaba Pablo (2Cor 12, 7-10).
- Así pues, yo también “prefiero gloriarme de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte [2 Cor 12:10: διὸ εὐδοκῶ ἐν ἀσθενείαις, ἐν ὕβρεσιν, ἐν ἀνάγκαις, ἐν διωγμοῖς καὶ στενοχωρίαις, ὑπὲρ Xριστοῦ· ὅταν γὰρ ἀσθενῶ, τότε δυνατός εἰμι”].
- Hoy, cuando algunos creen que ser profeta es romper la comunión con el Papa de Roma, sucesor de Pedro y seguidor de Pablo, “porque se han escandalizado”, entiendo que son precisamente los de mi casa, los de mi pueblo, los de mi patria y muchos de la Iglesia, los que se escandalizan de Cristo, en mi que intento de profetizar en su nombre.