LA SEMANA SANTA REFORMADA POR PÍO XII Y POR EL VATICANO II

  1. El Papa Pío XII, el 10 de mayo 1946 encargó a la Sagrada Congregación de Ritos el estudio de una reforma general de la liturgia, y en 1948 fue presentado un informe final denominado “Memoria sobre la Reforma Litúrgica”.
  2. Después, una pequeña comisión ad hoc que trabajó casi en secreto, protegida por la muralla leonina en el Vaticano, hizo el verdadero trabajo propuesto por el pontífice; ya habían pasado los días del jubileo de 1950.
    La primera parte del trabajo de la comisión llegó a término en 1951 con la publicación del Decreto de la Congregación de Ritos Dominicae Resurrectioni con la que rescataba e instituía nuevamente la celebración de la Vigilia Pascual durante la celebración de la noche anterior al día de la resurrección.
  3. La comisión de trabajo se instauró como «plena», sus miembros fueron: el cardenal Picara, prefecto de la Congregación de Ritos; Mons. Canici, secretario de la Congregación de Ritos; el P. Ferdinando Antonelli, relator general de la Sección Histórica de la Congregación de Ritos; el P. Joseph Lowe, vicerrelator de la Sección; el P. Anselmo Albareda, Prefecto de la Biblioteca Apostólica Vaticana; el P. Agostino Bea, rector del Pontificio Instituto Bíblico y el P. Anibal Bugnini, de la Congregación de la Misión.
  4. El rescate de la Vigilia Pascual de 1951 sirvió para retomar la antigua práctica que data del siglo IV en el que la pascua era precedida con una vigilia durante la noche, y como gesto de preparación un importante ayuno eucarístico prolongado.
  5. La reforma de las celebraciones de la Semana Mayor, con la publicación del Decreto “Maxima redemptionis” (1955) emanado por la Sagrada Congregación de Ritos. Pío XII reformó profundamente la celebración latino-romana de la Semana Santa de la Iglesia Católica.
  6. Fue precisamente en 1956, a mis 14 años, que los católicos latinos de rito romano celebramos el Jueves Santo, el Viernes Santo y el Sábado Santo con la Solemne Vigilia en el denominado Santo Triduo Pascual y toda la Semana Santa:

    + Domingo de Ramos. Se introdujo la posibilidad de usar el color Rojo durante a procesión de la bendición de los ramos, que solo era utilizado en el rito ambrosiano, sin embargo la celebración de la misa el sacerdote debía vestir con paramentos morados. Se redactó un nuevo prefacio, la cruz procesional podía develarse con el arreglo de palmas, pero en el altar debía permanecer con el velo violeta; se suprimió el rito de golpear la puerta de la Iglesia con la cruz procesional y las antífonas entre los cantores dentro y fuera del templo. Una oración conclusiva que precedía a la celebración de la misa que se realizaba de píe en el altar de cara al pueblo.

    + Los días siguientes, lunes, martes y miércoles santos solo sufrieron modificaciones en las lecturas de la misa, en las que se redujeron algunos pasajes y se modificó la redacción de alguna de las oraciones.

    + Para el Jueves Santo. La única “Misa In Coena Domini”. Los fieles comulgaran con las formas consagradas ese día. El sagrario debía estar abierto y vacío para el inicio de la Misa. El lavatorio de los pies se traslada a la mitad de la celebración. El altar debía ser desvestido, sin mantel, ni cruz ni cirios.

    + El Viernes Santo. Cambio de nombre del oficio, “Solemne Acción Liturgica” en lugar de “Misa de los Presantificados”. Altar sin manteles, sin cruz ni cirios. Pistesción del sacerdote ante el altar. Paramentos de color negro.

    + El Sábado Santo, no “Sábado de gloria”. Vigilia Pascual. El cirio pascual es portado en procesión al inicio de la celebración después de la bendición del fuego por un diácono, con las invocaciones del Lumen Christi. El cirio pascual debía presidir la celebración, predominando inclusive sobre el altar y la palabra. La fuente bautismal debía ocupar un lugar visible e importante en el espacio de la Vigilia: se autorizó el uso de pilas que permitiesen ser transportadas. La renovación de las promesas bautismales podía hacerse en la lengua vernácula.
  7. Todo ello lo acogió, lo mantuvo y lo amplificó el Concilio Vaticano II en su constitución “Sacrisanctum Concilium” y en la normativa posterior de la Santa Sede.
    Todo ello, en el problema de las cofradías y otras organizaciones españolas de Semana Santa, que ahora trabajan y demasiado no se aclaran en sus relaciones con la Iglesia institucional, en Sevilla, hace que nos preguntemos: Para qué han servido estas refornas litúrgicas, si el clero no anciano tiene sus iglesias vacïas en Semana Santa y está más que entretenido en procesiones, coronas, mantos, pasos, cirios, dalmáticas e incensarios con un olvido casi mortal de la realidad de la Sacratïsima Pasión, Muerte, Resurrección y Glorificación del Señor Jesús el Cristo y de la buena gente que busca en todo ello lo que la Iglesia institucional no da?

JGA

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