El destierro (gôlÄh) de Israel, vivido en la resignación y la esperanza, no querÃa ser para siempre. Una salida, inventada para justificar la dià spora y el papel de Israel en ella, fue el Libro de Ester. Pero, JeremÃas habÃa exhortado primero a los desterrados a integrarse en el nuevo ambiente y a enfrentarse con espÃritu positivo a la nueva vida (cfr.  11, 2), a no ilusionarse con la posibilidad de que una actitud más abierta, tras la subida al trono de Awil-Marduk, permitiera la restitución de los objetos sagrados (Jer 27, 16-17) y, luego, profetizó (Jer 25, 11-12; 29,10) una duración de setenta afños no de la cautividad, sino de la dinastÃa caldea, en  el lapso de tiempo comprendido entre 609, fecha de la caÃda de Asiria, y 539, fecha de la conquista de Babilonia por parte de Ciro. El ciclo de setenta años de la cólera de Yahveh  contra su pueblo es un motivo tÃpico, como el de la cólera de Marduk contra su ciudad, Babilonia, en las inscripciones de Esarhaddon. Es el intervalo de tiempo necesario y suficiente para asegurar un recambio generacional completo entre los culpables de los acontecimientos que han provocado la cólera divina y sus nietos, en teoria, inocentes (cfr.  JeremÃas (50-51; 50, 41-43; 51, 11-27), Babilonia es castigada con la misma suerte que ella habÃa hecho correr a tantos pueblos, y en particular a Judá, si bien. a la hora de la verdad, Ciro se guardará de destruir la ciudad y de derribar a Marduk , como habÃa anunciado o esperado JeremÃas (50-51). También el Deutero IsaÃas  considera que la señal segura del aplacamiento de la cólera divina era la caÃda de Babilonia y atribuye a Ciro el papel de ‘Salvador’. El Deutero IsaÃas , que aparece una generación después de JeremÃas, sabe perfectamente que los tiempos habÃan cambiado respecto al viejo paradigma: Babilonia no será arrasada como NÃnive, y Ciro no es un destructor furioso, sino un rey justo enviado por Yavé para llevar a cabo una acción milagrosamente pacÃfica. Taambi´den lo mismo en el Deutero IsaÃs 45, 1-5). La aparición de Ciro marcó, pues, un momento de verdadera esperanza para los desterrados. Esperanzas no infundadas, desde de Babilonia, ya que Ciro se presenta a sus habitantes como aquel que viene a restaurar el culto local de Marduk , que concede exenciones y la libertad a la población babilonia y que pone fin a las imposturas y a las impiedades del último soberano caldeo, Nabonedo. Imitando al clero babilonio que explico los acontecimientos en la lÃenea de Ciro, según la cual habÃa sido el mismÃsimo Marduk  el que habÃa levantado contra Babilonia a los pueblos del norte y al rey-libertador Ciro, los sacerdotes judÃos residentes en Babilonia llegan a proponer unas esperanzas análogas: es Ciro, quien por mandato de Yahveh , devuelve la libertad a los judÃos y permite la reanudación del culto de Yahveh . Ahora, los setenta años de JeremÃas parecen haberse cumplido un poco. El «siervo de Yahveh » anuncia con entusiasmo el «Nuevo Éxodo» desde Babilonia, modelado a partir del Éxodo mÃtico y fundacional desde Egipto (Deutero Is 49). Ciro necesitaba el favor del clero y del pueblo de Babilonia para apoderarse, casi sin usar la fuerza, del reino más poderoso de la época y, asÃ, dar vida a su imperio universal. Pero, en cambio, no necesitaba del favor de los sacerdotes yahvehÃstas, y verosÃmilmente no tenia. la menor idea de sus pretensiones respecto al templo de Jerusalén. Tampoco tiene que ver con ello y con las esperanzas de redención, la restauración del zoroastrismo, si es que Ciro era, que no lo sabemos, seguidor de Zoroastro. Además, el monoteÃsmo en la forma dualista suele ser menos tolerante y respetuoso con las religiones ajenas que el politeÃsmo. Por ello, las divinidades no zorástricas son relegadas al ámbito de la mentira, de la injusticia y de la maldad. Bien es cierto, en cambio, Que la dimensión ampliada del imperio, su estructura más diversificada y su mayor disponibilidad a utilizar formas de gobierno local constituyeron otros tantos factores que condujeron a un clima de mayor apertura y libertad del culto israelita. Pero, los profetas que tanto entusiasmo mostraban con la llegada de Ciro no podÃan comprenderlo todavÃa. Un par de siglos después, se imaginó que Ciro habÃa promulgado ya durante el primer año de su reinado en Babilonia, un edicto que autorizaba el regreso de los desterados y la reconstrucción del templo de Yahveh . El edicto, cuyo presunto texto reproduce Esdras 1, 2-4, es ciertamente falso. Lo demuestran tanto el análisis formal del mismo como sus anacronismos. Y lo mismo hay que decir del segundo edicto de Ciro, reproducido en Esdras 6, 3-5, que habrÃa sido encontrado en los archivos persas en tiempos de DarÃo, y que incluso contenÃa las medidas y los detalls técnicos y financieros del nuevo templo de Jerusalén. Estos edictos fueron falsificados y sacados a colación en época bastante posterior, cuando se pensó que servÃan para conferir garantÃas y privilegios imperiales al templo de Jerusalén ya construido, y para contrarrestar las pretensiones del templo rival de Samaria. Pero en realidad, el regreso a Judá no tuvo lugar en tiempos de Ciro, y la prueba està en el Libro ZacarÃas, sus profecÃas son del segundo año de DarÃo, 520 a. C., que es testimonio del sentimiento generalizado de una esperanza defraudada: cfr. Zac 1, 12. Efectivamente, en en el año 520 a. C., los setenta años ya habÃan pasado, aunque empecemos a contarlos a partir de la deportación de 589. Se produjo entonces un retorno importante. Se inica a la reconstrucción del templo de Jerusalén: son los edictos promulgados por Artajerjes permitiendo el regreso del grupo encabezado por dirigido por NehemÃas (Neh 2, 7) y las autorizaciones concedidas por el mismo a Esdras (Esd 7, 1) Y. estamos ya a mediados del siglo V. Se contava con la aquiesencia de DarÃo. Pero, pese al defectuoso conocimiento que de la cronologÃa dinástica tienen los redactores de los libros de Esdras y NehemÃas, demos admitir como creÃble un regreso escalonado en el tiempo, al menos entre los años 539 y 445 a. C. Primero, en tiempos de Ciro, de manera informal, en el clima de una libertad de acción genérica para los grupos de deportados por una dinastia que ya no tenÃa el poder y, luego, vemos los problemas relativos a la organización polÃtica que pretendÃan darse los repatriados. La historia, confusa y mÃtica, de la construcción del “Segundo Temploâ€, La aparición de los sacerdotes en el papel de guÃas del pueblo, y la concreción de las normes jurÃdicas y consuetudinarias distintivas de la nueva etnia llamada ‘lsrael’. También hay un problema real e importante: la interacción entre los grupos de repatriados que han vuelto y la población con la que se encontran en Palestina y las dificultades que comportó el retorno en el plano legal, en el plano ético, y en el plano de la la autorización formal de los emperadores. Aquà hay, en el fondo, el grave problema de la Identificación nacional de los judÃos ‘retornados’ y de los judÃos que se quedaron en Palestina. Jaume González-Agà pito
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