SOBRE LA MUERTE 

1. La actitud espiritual de los cristianos ante la muerte no es, y no ha sido, homogénea. Desde Pablo de Tarso que afirmaba que el morir, para él, era una ganancia, hasta la actitud archipagana –también presente en el cristianismo postrenacentista y en muchos círculos de hoy – de considerar la muerte como la pérdida suprema que sólo puede rescatar el recuerdo y la memoria de la posteridad, hay mucho trecho. 

2. En otra perspectiva y en pleno siglo XIII, se sitúa la secuencia Dies irae que he ofrecido traducida. Atribuida a Tomás de Celano, fallecido en 1255, no trata del horror a la muerte, tan característico de los siglos XIV y XV y que describió magistralmente J. Huizinga en su obra capital “El ocaso de la Edad Media”. Es el posicionamiento del cristiano de los burgos, que va adquiriendo conciencia de su libertad en Cristo respecto de los señores feudales, ante un mundo cambiante. Es ante el tribunal, inapelable e insoslayable, de Cristo, que han de responder todos los hombres. 

3. Es, en el paso transcendente que es la muerte, cuando el hombre siente el desafío de su caducidad, el peso de su iniquidad y la necesidad de la misericordia gratuita de Cristo: “Qui salvando salvas gratis, salva me, fons pietatis”. Mozart, en un momento trágico de su vida sintió fuertemente esta tragedia: “Salva me”, en su “Missa de Réquiem” es repetido una y otra vez, con una sinceridad que sólo puede tener un creyente que necesita el perdón de Cristo

4. A una civilización caduca, que ha celebrado el carnaval de su Halloween y que quiere resucitar odios e intrigas, en nuestro país, que muchos dábamos por zanjados, quizás es mucho pedirle, hoy, verdadero día de los difuntos, que se pare a reflexionar sobre la vida y la muerte. Quizá eso no es considerado científico, ni de buen gusto. Los hombres de ciencia dicen que no pueden creer todas estas paparruchas de la otra vida. 

5. En una web de propaganda atea leía yo: “Tenemos que luchar de nuevo contra el oscurantismo clerical que quiere privarnos de la razón crítica. El hombre es un animal como otro que no tiene otro origen que la misma naturaleza. Su destino es la nada.” Las pruebas irrefutables eran lo trabajos de Lineo, Lamarck, Erasmus Darwin, Charles Darwin ,etc. Claro que se reconocía que todos estos liberadres del oscurantismo eclesiástico fallaron al creer que “los caracteres adquiridos podían heredarse”. 

6. Y es que en tiempos de Darwin las leyes de la herencia de Mendel no se conocían”. Lástima que G. Mendel era el Abad mitrado de un monasterio de Canónigos Regulares de San Agustín. Lástima que Copérnico también fuera un cura. Lastima que el Dr. F. Nicolau haya publicado un volumen entero dando cuenta sucintamente de las grandes aportaciones de los clérigos católicos a la ciencia. Lástima que estos obscurantistas como el padre de la moderna genética tuvieran la preocupación de salvarse y de la vida eterna.

7. En el recogimiento de la conmemoración de hoy, y llevado de la mano de quien, por la música, me participa de su anhelo de felicidad bienaventurada, puedo yo preguntarme sobre los grandes temas de la existencia del hombre. Puedo abocarme al pozo de la muerte y preguntarme si “la nada” puede ser mi destino. El anhelo de bienaventuranza que hay en mi corazón, me llevará a querer experimentar la sublimidad de Dios mismo. Es liberado de esta corrupción contingente y mezquina que yo podré ver a Dios por la gracia de Cristo. Es liberado de este mundo de miseria y de pecado que yo podré acceder a la gloria de los bienaventurados: “Lux aeterna luceat eis”

Jaume González-Agàpito

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