SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS: LA INTERCESIÓN DE LOS SANTOS EN LA TRADICIÓN PATRÍSTICA
Exhortación en las primeras vísperas
Mons. Jaume González-Agàpito
La creencia en la intercesión de los santos es un corolario de la fe en la comunión con ellos. Desde la antigüedad se ha presentado de formas diversas, según se practicase por parte o en relación con los vivos o los difuntos:
- La intercesión de los mártires. La Iglesia primitiva les reconocía a los mártires, debido a su profesión de fe, el poder de intervenir en favor de los pecadores, a fin de obtener el alivio, si no la remisión de las penas sancionadas por la iglesia, en las que habían incurrido por sus pecados. El primer ejemplo de esta praxis la encontramos con los Mártires de Lyón del año 177 (Eusebio, HE 5, 2, 3). Por su parte, Tertuliano muestra a los penitentes arrodillados a los pies de los «amigos de Dios», que intervienen ante los obispos (Ad mart. I; De pud. 1). Cipriano reglamenta la intervención de los mártires subordinándola a la penitencia de los culpables, sin que aquélla pueda sustituir a ésta (De lap. 36; Epp. 15,. 6; 18. Porque «sólo Dios puede perdonar, aunque vemos que los méritos de los mártires son de gran peso ante su tribunal» (De lap. 17).
- La intercesión de los santos con la oración. El poder de la intercesión de los santos, a través de la confesión de fe, presupone que los confesores siguen viviendo todavía después de su muerte. Este poder desaparece al terminar las persecuciones, pero los mártires siguen ejerciéndolo después de su muerte, por medio de la oración. Por eso en adelante la intercesión de los santos se realiza directamente delante de Dios para aliviar las penas eternas y obtener su remisión. Aun cuando, ya desde el principio, los mártires fueron considerados como partícipes de la bienaventuranza eterna después de su muerte, sin embargo sobrevivieron, respecto a los mismos, ciertas costumbres y formas arcaicas de oración, que eran típicas de los muertos. La Eucaristía es ofrecida «por» (pro, uper) los mártires, lo mismo que «por» los muertos (Cipriano, Epp. 1, 2; 12, 2; 39, 3; Liturgia de san Juan Crisóstomo, ed. Brightman, Liturgies Eastern and Western, Oxford 1896, 131, 12ss.; ed. Jaume González-Agàpito, La Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo. La celebración eucarística de la Iglesia bizantina, Barcelona, 2022).
- Además es una convicción general que los mártires y los santos oran por sus hermanos vivos o difuntos. En el año 203, Perpetua de Cartago rezaba por su hermano difunto Dinócrates (Pas. Perp. 7-8). Por este mismo período, en Alejandría, Potamiena prometía al soldado Basílides rezar por él cuando se encontrase ante Dios (Eusebio, HE, 6, 5, 3 y 6). En Tarragona, el 21 de enero del 259, el obispo Fructuoso recibió de sus fieles el encargo “ut illos in mente haberet”, y les respondió que tenía que rezar «por toda la Iglesia católica, difundida desde oriente hasta occidente» (BHL 3196, n. 1.7) . En Cartago, unos meses más tarde, los fieles se encomendaban a las oraciones del mártir Lucio (BHL 6009, n. 13). En Tiro, el 310, Teodosio rogaba a los ‘confesores’ que esperaban la condena que se acordasen de él cuando recibieran la recompensa celestial (Eusebio, De mart. Pal. 7, 1). Paralelamente, también a los santos no mártires se les reconoció esta misma función de intercesores: Sulpicio Severo ve a Martín de Tours «entre los apóstoles y profetas» y cerca de los fieles que rezan para bendecirlos de parte de Dios (Epp. 2, 4 y 16: SCh 135, 1196, 1251).
- La oración dirigida a los mártires y a los santos. La invocación de los mártires es una práctica corriente en la antigüedad cristiana, como atestiguan, en primer lugar, las inscripciones, a partir del siglo III. Sobre este concepto vuelven con insistencia las expresiones características de la oración de intercesión: “in mente habete, orate, petite pro, subvenite, in orationes vestras nos in mente habete […]. Fórmulas análogas se leen en los textos de Hipólito (In Dan. 2, 30), de Orígenes, (Orat. 14, 6; Exhort. mart. 37). Podrían multiplicarse los ejemplos, apelando a los padres capadocios, a Juan Crisóstomo, a Agustín, a Teodoreto de Ciro y otros.
- La intercesión de los santos es más eficaz cuando la oración se hace cerca de su sepulcro. El que suplica una gracia toca la tumba directamente o a través de un tercero. Los muertos son sepultados cerca de los santos para gozar, en el más allá, su intercesión salvífica. Hay milagros sobre las tumbas como signo sensible de que la oración ha sido escuchada. De esta manera el santo, aunque en posición subordinada, queda asociado a Cristo, que intercede como mediador delante de Dios.
- La intercesión de los santos es pues una tradición antiquísima y verdadera de la Iglesia, Una, Santa y Católica.
Barcelona/Pedralbes, 31 de octubre de 2022.