SAN AGUSTÍN: EL MAL Y LA ÉTICA

  1. A san Agustín le interesaba especialmente el «problema del mal». Ya Epicuro había afirmado: «Si Dios puede, sabe y quiere acabar con el mal, ¿por qué existe el mal?». Este hecho fundamental se convierte en un argumento contra la existencia de Dios, todavía hoy usado por los ateos, los agnósticos y los críticos de las religiones.
  2. Las respuestas filosóficas ante ese argumento que intentan demostrar racionalmente la coherencia de la existencia del mal en el mundo y Dios, se llaman Teodicea. Agustín dio varias respuestas a esta cuestión con base en el libre albedrío y en la esencia de Dios:
  3. San Agustín cree que Dios lo creó todo bueno. El mal no es una entidad positiva, luego no puede «ser», como afirmaban los maniqueos, pues según Agustín, el mal es la ausencia o deficiencia de bien y no una realidad en sí misma. San Agustín toma esta idea de Platón y de sus seguidores, donde el mal no es una entidad, sino, más bien, ignorancia.
  4. Para San Agustín la palabra “mal” es la ausencia de algo. Esta no cuenta con propiedades intrínsecas. El mal es una restricción del ‘sistema’ en si. Es una restricción dinámica interna del mundo. El argumento de Agustín nos dice que cuando sentimos que no hay sentido en nuestra vida hay un vacío, y que el mal se da por nuestras decisiones propias.
  5. La única forma de alejarse del mal es llenándose de plenitud. Si Dios es esta substancia o fuente de la realidad primordial, entonces el mal es la privación de la sustancia por nuestras propias decisiones. Lo que quiere decir que el mal no existe substancialmente sino que existe por la privación del bien o de Dios.
  6. Agustín argumenta que los seres humanos son entidades racionales. La racionalidad consiste en la capacidad de evaluar opciones por medio del razonamiento, y por consiguiente, Dios tuvo que respetar su libertad por naturaleza, lo que incluye poder elegir entre bien y mal. Dios tuvo que dejar la posibilidad de Adán y de Eva en desobedecerle, lo que exactamente sucedió según la Biblia. A esto, precisamente, se le conoce como la defensa del « libre albedrío ».
  7. Para Agustín, Dios permitía los males naturales porque son justo castigo al pecado, y aunque los animales y bebés no pecan, son merecedores del castigo divino, siendo los niños, ‘herederos’ del pecado original.
  8. Agustín sugiere que observemos el mundo como algo bello. Aunque el mal exista, este contribuye a un « bien general » mayor que la ausencia del mismo, así como las disonancias musicales pueden hacer más hermosa una melodía.
  9. Este es el fundamento de la ética agustiniana. El concepto del amor es central en la doctrina teológica cristiana que alude al núcleo temático relacionado con la figura de Cristo. El concepto de Amor en San Agustín es tan preponderante que ha sido objeto de estudio por parte de notables figuras que se han ocupado del pensamiento humano.
  10. Para san Agustín el amor es una perla preciosa que, si no se posee, de nada sirven el resto de las cosas, y si se posee, sobra todo lo demás. «Ama y haz lo que quieras: si callas, calla por amor; si gritas, grita por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Exista dentro de ti la raíz de la caridad; de dicha raíz no puede brotar sino el bien».
  11. También Agustín formuló una versión propia de la cita bíblica “ama al prójimo como a ti mismo” de la siguiente forma: « Cum dilectione hominum et odio vitiorum ». Que traducido significa “Con amor a la humanidad y odio a los pecados”, a menudo citado como “ama al pecador pero no al pecado”. Agustín dirigió a muchos clérigos bajo su autoridad en Hipona para liberar a los esclavos “como un acto de piedad”.
  12. San Agustín también dijo: « Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti ». Para él, Dios creó a los seres humanos para Él, y por ello los seres humanos no van a quedar plenos hasta que descansen en Dios.
  13. Como para otros Padres de la Iglesia, para Agustín de Hipona la ética social implica la condena de la injusticia de las riquezas y el imperativo de la solidaridad con los desfavorecidos. Las riquezas son injustas o porque « las adquiriste injustamente o porque ellas mismas son injusticia, por cuanto tú tienes y otro no tiene, tú vives en la abundancia y otro en la miseria ».

Mons. Jaume González-Agàpito

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