LA TRANSFIGURACIÓN DE CRISTO EN LA ESPIRITUALIDAD HESICASTA
Introducción
La Transfiguración de Cristo es un evento central en la espiritualidad hesicasta, una tradición mística de la Ortodoxia que busca la unión con Dios a través de la oración contemplativa y la quietud interior (hesychia). Este episodio, donde Cristo revela su gloria divina en el Monte Tabor, se interpreta como un paradigma de la experiencia mística que los hesicastas anhelan: la visión de la “luz tabórica”, símbolo de la energía divina increada.
Teología de la Luz Increada
En el hesicasmo, la luz que emana de Cristo transfigurado no es una creación simbólica, sino la manifestación de las energías divinas increadas de Dios, distinta de su esencia inaccesible. Esta distinción, defendida por Gregorio Palamás (1296-1359) en su controversia con Barlaam de Calabria, sostiene que el ser humano puede participar de Dios a través de sus energías, como hicieron los apóstoles en el Tabor. La luz tabórica se convierte así en el fin último del hesicasta: la theosis o deificación, donde el ser humano se transfigura por la gracia.
Prácticas ascéticas y la Oración del Corazón
Los hesicastas emplean métodos como la Oración de Jesús (“Señor Jesucristo, ten piedad de mí”), repetida en sincronía con la respiración, para alcanzar la “quietud” (hesychia) que purifica el alma y el cuerpo. Esta práctica, documentada en la Filocalía, busca interiorizar la luz tabórica, reflejando la transformación física de Cristo en el Tabor. La ascesis corporal (posturas, control respiratorio) no es un fin en sí, sino un medio para unificar el ser y recibir la luz divina.
Gregorio Palamás y la Defensa Hesicasta
Palamas, en sus Tríadas en Defensa de los Santos Hesicastas, argumentó que la luz experimentada en la oración es la misma que la del Tabor, rechazando la acusación de ilusionismo. Su teología palamita articuló la coexistencia de la trascendencia divina (esencia) y su presencia accesible (energías), validando las experiencias místicas de monjes como Simeón el Nuevo Teólogo, quien describió encuentros directos con la luz increada.
Dimensión litúrgica y monástica
La Transfiguración se celebra el 6 de agosto en la liturgia ortodoxa, enfatizando su relevancia para la vida monástica. En comunidades como el Monte Athos, el evento inspira la búsqueda de la iluminación interior, donde el monasterio se convierte en un “Tabor espiritual”. Los iconos de la Transfiguración, con Cristo radiante entre Moisés y Elías, sirven como ventanas a lo divino, guiando la meditación.
Conclusión
Para el hesicasmo, la Transfiguración no es sólo un hecho histórico, sino un modelo de la vida mística: el creyente, mediante la oración y la ascesis, puede participar aquí y ahora de la gloria divina. La luz tabórica encarna la promesa de que la deificación es posible, uniendo cielo y tierra, cuerpo y espíritu, en una experiencia transformadora que refleja el corazón de la espiritualidad ortodoxa.
Mons. Jaume González-Agàpito