EL SACRAMENTO DEL ORDEN EN LOS PADRES DE LA IGLESIA POST-NICENA / 2

Ii. Distinción entre un obispo y un presbítero

  1. Hacia la mitad del siglo IV, el presbítero Aerio de Sebaste impugnó la primacía del obispo sobre los presbíteros. Aerio sostenía la opinión de que obispo y presbítero eran iguales.
    Epifanio de Salamina luchó contra esta teoría en su magna obra antiherética (374-377), y fundamenta la primacía del obispo en el poder, que sólo a él compete, de ordenar.
  1. La ordenación de los obispos determina por engendrar padres para la Iglesia; la ordenación de los presbíteros, por engendrar, mediante el baño de regeneración hijos para la Iglesia, pero no padres y maestros. Al presbítero no le corresponde ni compete la imposición de manos para ordenar.
  2. Dependiendo de Epifanio, Agustín registra las tesis de Aerio en su obra De haeresibus.
  3. Una orientación ‘presbiteral’ que aproxima mucho el presbiterado al episcopado se aprecia por la misma época también en Occidente; concretamente, en el Ambrosiáster y en Jerónimo. Según el Ambrosiáster, obispo y presbítero representan un grado del orden, ya que cada uno de ellos es sacerdote (sacerdos). El obispo, en cambio, es el primero. Por eso, todo obispo es presbítero, pero no todo presbítero es obispo.
  4. El biblista Jerónimo, en su lucha contra la arrogancia de los diáconos romanos, prueba con testimonios de los Hechos de los Apóstoles y de las cartas paulinas que las designaciones episcopus y presbyter significaban, originariamente, Io mismo. Una expresa el oficio o cargo, la otra expresa la edad. Al principio, las comunidades cristianas habrían sido gobernadas conjuntamente por un colegio presbiteral. Mas cuando, todavía en tiempo de los apóstoles, se formaron partidos, en interés de la unidad se elegiría a uno de los presbíteros, poniéndolo al frente de los demás, y a él se le habría encomendado el gobierno de la comunidad para prevenir futuras escisiones.
  5. La única ventaja que llevaría el obispo sobre los presbíteros sería la de conferir las órdenes sagradas.
  6. Pero aun esta ventaja remonta, según Jerónimo, más a una disposición eclesiástica que a una ordenación divina.
  7. Las ideas de Jerónimo sobre la igualdad primigenia de obispo y presbítero perduran en el tratado pseudojeronimiano De septem ordinibus (siglo V). El desconocido autor del mismo, un presbítero de la Galia meridional, enseña que, «por causa de la autoridad», se reservó sólo al obispo la ordenación y consagración de los clérigos, para garantizar la armonía entre los presbíteros y evitar escándalos.
  8. Isidoro de Sevilla (+636) tomó literalmente esta frase del tratado pseudojeronimiano. El Pseudo-Jerónimo permite sin reparo al presbítero administrar la confirmación, y, para caso de necesidad, también la preparación del crisma, que siempre se consideró como un privilegio especial del obispo.
  9. Juan Crisóstomo (+ 407) justifica el paso inmediato del obispo a los diáconos, saltando a los presbíteros, en 1 Tim 3,8, aduciendo la tesis de que entre los presJuan Cucurullbíteros y los obispos sólo existe una mínima diferencia, pues también los presbíteros han recibido el cargo de enseñar y están al frente de la Iglesia. Lo que el Apóstol ha dicho de los obispos, tiene validez también para los presbíteros. La única ventaja de los obispos consiste en la ordenación de clérigos.
  10. Los papas Inocencio I (402-417) y Gelasio I (492-496) defienden la primacía del obispo contra las usurpaciones de los presbíteros.
  11. Según Inocencio I, la administración de la confirmación es privilegio del obispo; según Gelasio I, la preparación del crisma y la administración de la confirmación.
  12. Los presbíteros son, como dice Inocencio, sacerdotes de segundo orden (secundi sacerdotes) ; no poseen la dignidad del sumo sacerdocio.
  13. De forma parecida fundamenta también Juan Diácono (hacia el 500) la primacía del obispo.

JGA

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