LA MISA DOMINICAL: 25 DOMINGO B TIEMPO ORDINARIO
Sa 2,12.17-20; Jm 3,16-4,3; Mc 9,30-37.
Reflexiones de Mons. Jaume Gonzâlez-Agàpito para preparar la celebración o para la oración personal
I. Si alguien quiere ser el primero, debe ser servidor de todos
- Nosotros, en nuestra pobre finitud nos hemos sentido, muchas veces, mal interpretados y, lo peor, traicionados, malinterpretados y condenados a desaparecer: « Ponemos una trampa al justo; nos molesta y es contrario a todo lo que hacemos; nos reprocha que no cumplimos la Ley y que no somos fieles a la educación recibida. A ver si es verdad eso que dice, probamos cómo será su fin».
- «¿Qué discutiais por el camino?». Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido cuál de ellos sería lo más importante. Entonces se sentó, gritó a los doce y les dijo: «Si alguien quiere ser el primero, debe ser el último y el servidor de todos».
II. ¿De dónde vienen entre vosotros las luchas y las peleas? ».
3 « Donde hay celos y rivalidades hay perturbación y maldades de todo tipo. Pero la sabiduría que viene de arriba que ante todo sea pura; que sea también pacífica, moderada y dócil, compasiva y llena de buenos frutos, imparcial y sincera. El fruto de la justicia nace de la semilla que los hombres pacificadores han sembrado en espíritu de paz».
- « ¿No vienen de los deseos de placer que se conjuran en vuestro cuerpo? Desead cosas que no tenéis, y por eso matáis. Envidiais cosas que no podéis conseguir, y por eso luchais y peleais. Pero vosotros, no tenéis porque no pediis. O bien pedís y no recibiis porque pediis mal, con la intención de malgastarlo todo en los placeres».
II. En la infancia acogemos a Cristo y al Padre, fuente de su misión
- « Después llamô a un niño, lo puso en medio, lo tomó en brazos y les dijo: «Quien acoge a uno de estos niños porque lleva mi nombre, me acoge a mí, y quien me acoge a mí, no me acoge a mí, sino que acoge al que me ha enviado».
- La infancia espiritual no es disfrazarse de niño, sino vivir como un niño, en las manos y en la misericordia, para ser acogido en Cristo y como Cristo por el amor paternal de Dios que es la causa primera de la misión.