LA MISA DOMINICAL: Año B, domingo 30, 27 de octubre de 2024

Sugestiones de Mons. Jaume González-Agàpito para la plegaria i para la preparación individual
Je 31, 7-9;Heb 5, 1-6; Mc 10, 46-52.

Vamos a hacer hoy una exégesis espiritual de la escena evangélica que nos propone la perícopa del Evangelio según San Marcos.

    I. Junto al camino, sentados en la pobreza y la ceguera.

    1. Camino de Jerusalén. Jesús llega y sale de Jericó. Con él, los discípulos y una gran multitud. Hemos leído en Jeremías “He aquí, yo los traigo de la tierra del norte, y los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos vendrán los ciegos y los cojos, la mujer encinta y la que da a luz. Como una gran multitud volverán acá”. De la tierra del norte (Galilea), viene el Mesías convocando (Ekklesía) con una gran multitud [καὶ ὄχλου ἱκανοῦ]en camino hacia la Jerusalén definitiva.
    2. Vamos a asistir a la llamada y su respuesta en la fe: “El hijo de Timeo, Bartimeo, ciego y mendigo [ τυφλὸς προσαίτης ] estaba sentado a la vera del camino. No está en el camino que conduce a Jerusalén, la ceguera y la pobreza le han hecho desistir, está sentado en la ceguera (“los que están sentados en las sombras de la muerte”, canta el Benedictus), juntos, pero fuera, del camino [παρὰ τὴν ὁδόν].

      II. Oímos que es Jesús quien pasa hacia Jerusalén. Aparece “La plegaria del corazón”.
    3. “Cuando oyó [ἀκούσας] que era Jesús el Nazareno el que pasaba, comenzó a gritar [κράζειν] diciendo: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí! [υἱὲ δαυὶδ ἰησοῦ, ἐλέησόν με]”.
    4. Por el oído (Pablo) entra el mensaje y sabiendo, como hemos leído en Hebreos que “Él puede sentir compasión de los ignorantes y de los extra-viados, ya que él también está rodeado de debilidad”. Sabemos que está pasando el “Sumo Sacerdote en la debilidad y para la debilidad”. Empezamos, como el hijo de Timeo a gritar con todas nuestras fuerzas: “¡Hijo de David, ten misericordia de mí!”.
    5. Lo hemos dicho nueve veces al inicio de la celebración: Kúpiἐ ἐλέησόν. Lo hacemos ahora con las palabras de Bartimeo: “ἰησοῦ, ἐλέησόν μεq”. Estas palabras que en nuestros labios, y sobre todo en nuestro corazón, se repiten una, mil, un millón de veces. Es la “plegaria del corazón” qque nos ha enseñado la tradición antigua de la Iglesia y que llevamos atada a nuestra muñeca. La decimos desde el centro de nuestra persona, desde nuestro corazón, noche y día, pidiendo a Jesús que nos abra los ojos.
    6. Muchos nos regañan para que estemos en silencio, pero nosotros gritamos más fuerte: “υἱὲ δαυὶδ ἰησοῦ, ἐλέησόν με”. Plegaria del corazón que nos introduce, por la gracia increada de Dios, en la contemplación pura.

      III. El encuentro con Jesús.
    7. Jesús se detiene y dice a sus discípulos que nos llamen. Los convocados, camino de la Jerusalén celestial nos dicen: “Ánimo. Levántate. Te llama (θάρσει, ἔγειρε, φωνεῖ σε)”. Leímos en Jeremías “Así ha dicho Yahweh: “Regocijaos con alegría a causa de Jacob, y gritad de júbilo ante la cabeza de las naciones. QProclamad, alabad y decid: ‘¡Oh Yahweh, salva a tu pueblo, al remanente de Israel!’. Vendrán con llanto, pero con consuelo los guiaré y los conduciré junto a los arroyos de aguas, por un camino parejo en el cual no tropezarán. Porque yo soy un Padre para Israel, y Efraín es mi primogénito”.
    8. Tiramos el manto de nuestra sinrazón, nos ponemos en pié y vamos hacia Jesús. Él nos dice: “¿Qué quieres que haga para ti?”. Con el ciego decimos: “~ ραββουνι, ἵνα ἀναβλέψω: Rabbuni, ¡ Que pueda ver!”.
    9. La respuesta es inmediata: “Anda, vete, tu fe te ha salvado”. Y, al instante vemos. Vemos a Jesús en el camino, donde hemos recobrado la vista. El camino donde nos ha llevado la fe. “Los del camino” fue la primera designación de los cristianos.
    10. Camino de la Jerusalén, celestial, seguimos a Jesús
    11. La fe nos ha salvado, pero la visión que ella nos ha dado hace que no nos vayamos: ahora seguimos a Jesús en el camino [καὶ ἠκολούθει αὐτῶ ἐν τῇ ὁδῶ] como hizo Bartimeo. El anuncio de Jesús ha suscitado nuestra plegaria. La llamada, nuestra fe. La visión el seguimiento. Hoy los convocados por Dios en la Iglesia, seguimos a Jesús, a quien hemos visto, gracias a su misericordia, al entrar en el camino. En pos de Él vamos hacia Jerusalén.

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