ME GUSTA EL PAPA FRANCISCO

  1. En Vía della Scrofa, numero 70, de Roma, conocí, el mes de marzo de 1998, a Mons. Jorge Mario Bergoglio, en mangas de camisa de un modesto clergyman y sin ningún atributo episcopal. Era casi cinco años mayor que yo. Se presentó como un jesuita argentino. Acababa de ser nombrado arzobispo de Buenos Aires. Había ido para presentarse al Papa. Yo para un encuentro, en el “Aula Antica del Sínodo”, de pastoral familiar.
  2. Despues de una larga conversación, mientras desayunábamos, quedé literalmente impactado por quien acababa de conocer.
    Quedé tan prendado de ese jesuita arzobispo, que antes de entrar en el lugar de la reunión a la que yo iba, escribí unas líneas a un antiguo compañero, también argentino, que era el Substituto de Secretaría de Estado, Leonardo Sandri. Le hablaba de mi descubrimiento matinal, contaba lo que me había impresionado de Bergoglio y añadí literalmente: “[…] es incomprensible que no hagan Papa a este srgentino”. Le dí la hoja, en un sobre, a uno de los dos ascensoristas en el patio de San Dámadi, para que la hiciera llegar a su destinatario, en Secretarïa de Estado.
  3. A mi querido, y ahora eminentísimo, compañero, mi nota le pareció una de mis esreañas aficiones, que él no acababa de comprender.
    La primera era mi aficion a las Iglesias y ritos orientales: Dios que es sabio, le destinó a él a ser, durante muchos años, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales.
    La segunda era proponer el Arzobispo de su Archidiócesis de origen para ocupar la Cátedra de San Pedro. El Dios altísimo que escucha a los pequeños y cortos y exalta a los humildes, colocó al otro argentino, el año 2013, como Obispo de la Santa Sede de Roma.
  4. La ‘pelicula’ continua. Ayer, solo en este caserón en el cual vivo, como conserje y rector, ví, por la mañana, como, también el domingo, mis queridos voluntarios, habían dado de comer a los más pobres y necesitados.
    También vi el Papa Francisco por la tele. Estaba en Lesbos. Le abrazaban y abrazaba a los pobres y desgraciados emigrantes allï refugiados.
    El corazón me dió un vuelco. En 1998, yo había acertado!
  5. Algún archicatólico ha acusado falsamente esta casa de alcoholismo, de drogadiccion, de no hacer realmente nada y de yo no sé cuantos disparates más. Realmente, sin embargo, el párroco de Santa María Reina está solo, económicamente arruïnado, haciendo todos los oficios sin ningún beneficio personal. Con distanciamiento, ostensible y cruel, de los mejor colocados.
  6. La tentación abogacil de aclarar las cosas es fuerte. La consolación de una Medalla de Honor de la Alcaldesa es grata y solitaria. El silencio y el vacio clerical no es facilment digerible. Los muchos y buenos amigos son buena medicina. Mi buena familia el soporte real.
  7. Pero, es el Papa Francisco en Lesbis, en su verdad y en su amor a los más pobres, quien da sentido a mi vida, a mi vocación y a ser miembro de la Iglesia Católica, por la que he vivido y he trabajado un poco.

Jaume González-Agàpito

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