MISA DOMINICAL Año C, domingo 7, 23 de febrero de 2025
1Sam 26, 2.7-9.12-13. 22-23; 1 Cor 15, 45.49; Lc 6,27-38.
Sugestiones de Mons. Jaume González-Agàpito para la plegaria i para la preparación individual
- Hoy los textos de la celebración hablan de una profunda actitud cristiana: el devolver bien por mal. En Jesús el Cristo, el “amor al enemigo”, se convierte en imitación del mismo Dios.
I. “David tomó la lanza y el cántaro de agua”. - David tuvo la oportunidad de herir a su enemigo Saúl mientras dormía. Su compañero Abisai le aconseja en este sentido según la lógica de la guerra. Pero David no lo hace, ciertamente no por generosidad, sino con la motivación: “¿Quién alzó jamás su mano contra el ungido del Señor y quedó impune?”. El temor ante el consagrado a Dios” lo mueve a no perjudicar dolosamente a sus ungidos y consagrados. II.”Sed misericordiosos como vuestro Padre”.
- Jesús manda: “Amad a vuestros enemigos, orad por los que os maltratan”.
- Ya no se trata de actos externos de generosidad, sino de un sentimiento del corazón, que ahora se equipara expresamente al sentimiento de Dios-Padre: “Porque él es bondadoso con los ingratos y con los malvados”. Y no lo es por una bondad superior al mundo que descansa en sí mismo, como lo demuestra la entrega de su Hijo por los pecadores, por los “enemigos” (Rm 5, 10).
- Jesús asciende expresamente de la limitada generosidad humana, que re-ama a los amantes, da dones para recibirlos, hacia la absoluta y divina, que da su amor a los que ahora lo odian y desprecian. Jesús puede atreverse a esta ascensión porque él mismo es “el don de Dios” a todos sus enemigos, un don no calculador de amor, que ahora convierte a todos los beneficiarios en “consagrados a Dios”.
- Lo que Saúl fue para David es ahora cada hombre para cada hombre. Como nosotros para nosotrs como nosotros para nosotros mismos. David, de alguna manera, ya fue ungido por la muerte expiatoria de Jesús.
- Y así la generosidad pasa de ser una virtud humana admirada, lo fue en la filosofía pagana, se convierte en algo cristianamente evidente y cotidiano: el cristiano sabe que él mismo es producto de la generosidad divina.
- Todos los otros también lo son, eso hace que yo no sienta que mi generosidad es superior, sino que simplemente que recuerdo, con mi acción, que todos somos deudores de la generosidad de Dios. III. Celebramos “con los del cielo”.
- En la lectura paulina, contrastan, de nuevo, la posición terrenal y la celestial.
- El hombre que sube desde abajo, desde la naturaleza, permanece, en la medida en que puede considerarse como el florecimiento más alto del cosmos, como un “ser vivo” terrenal, al que se le han impreso, “en la carne” las normas válidas de la naturaleza: allí está el amor ordenado en la ‘naturaleza’.
- Los bienes del mundo, en la distribución limitada del orden natural, en la que yo siento como propios los míos, es el primer mandamiento (cfr. Ap 6, 5b-6). Pero el “primer Adán”, que aparece el primero, es superado por el segundo y celestial Adán. Procedente del Dios infinito, no conoce las barreras y normas de la finitud y puede prodigarse a sí mismo y al amor divino sin límite, y dejar como testamento a sus ‘imitadores’, los cristianos, que han sido formados a su imagen, los mismos regalos de la filiación divina.