REFLEXIONES SINODALES DE UN CRISTIANO DE A PIE: 4. Rosario Sinodal en la Segunda Sesión
- Hoy es el aniversario de la Batalla de Lepanto: Memoria de Nuestra Señora del Rosario. En 1957, yo tenía quince años, casi 16. Descubrí Santa Maria la Mayor en Roma. Por primera vez recé ante “Santa María Salus Populi Romani” en la barroca Capilla Paulina.
- En mis 10 años en Roma: 1965-1974, visité centenares de veces la basílica. A la izquierda de la Capilla Paulina, me impresionó siempre el monumento de Benedicto XV, durante la Primera Guerra Mundial, a Santa María “Regina Pacis”.
- Ayer, por la tarde, seguí con devoción el Santo Rosario que Papá Francisco y los Padres Sinodales rezaron por la paz en el mundo. Todo se parecía a lo que hizo Pío V, enterrado también allí, en la Capilla Sixtina, en 1571. Pero, todo era muy diferente.
- San Pío V reelector, ejecutor e implantador del Concilio Tridentino, San Juan Pablo II, reelector, ejecutor e implantador del Concilio Vaticano II. El siglo XVII, siglo de esplendor del jesuitismo con Blaise Pascal contra ellos en defensa de “el Dios de los filósofos y los sabios”. El siglo XXI iniciado con el esplendor de los “Nuevos Movimientos” en una crisi de identidad del catolicismo y con una magnífica Carta Apostólica del Papa Francisco sobre Pascal “Sublimitas et miseria hominis”; “Pascal nos previene contra las falsas doctrinas, las supersticiones o el libertinaje que alejan a muchos de nosotros de la Iglesia”.
- Ayer, rezando el Rosario y oyendo las letanías laureanas que intercalaban plegarias a la “Salus Populi Romani”, entendí la ‘sinodalidad” del Papa Francisco: no se trata de un ‘método’, sino de una nueva actitud en la vida eclesial. Volví a ver, en el 25 de enero de 1959, a Juan XXIII convocando el Concilio Vaticano II. Y vi también a San Juan XXIII, el 11 de octubre de 1962, en la inauguración del Concilio Vaticano II: “El Concilio que comienza aparece en la Iglesia como un día prometedor de luz resplandeciente. Apenas si es la aurora; pero ya el primer anuncio del día que surge ¡con cuánta suavidad llena nuestro corazón! Todo aquí respira santidad, todo suscita júbilo. Pues contemplamos las estrellas, que con su claridad aumentan la majestad de este templo; estrellas que, según el testimonio del apóstol San Juan, sois vosotros mismos; y con vosotros vemos resplandecer en torno al sepulcro del Príncipe de los Apóstoles, los áureos candelabros de las Iglesias que os están confiadas”.
- Un servidor soy hijo del Concilio Vaticano II. Nunca he celebrado en el llamado rito tridentino. He defendido el Vaticano II contra “Tirios y Troyanos”. No acepté, en el servicio diplomático de la Santa Sede, ni a los anticonciliares, ni a los pseudoconciliares, ni a los sedevacantistas. Como pastor siempre, en mis dos parroquias, actué de la misma manera. Como servidor de la Santa Sede y del Arzobispado de Barcelona, siempre actué en las mismas coordenadas.
- No me han premiado. Los encubridores de la pederastia clerical me han pisado. Los que se creían los ‘amos’ de la Iglesia me han ignorado. Pero, ayer, me sentí en un rincón de Santa María Mayor, en mi pobreza actual, dando gracias a Dios por la “Iglesia sinodal” y suplicando: “Salus Populi Romani, ora pro nobis”
Mons. Jaume González-Agàpitoq