REFLEXIONES SINODALES DE UN CRISTIANO “DE A PIE”: 5/ La unidad como ‘armonía’ en las diferencias o como ‘sínodo’ real y tangible de comuniön?

  1. “El dinamismo de la comunión eclesial y, por tanto, de la vida sinodal de la Iglesia encuentra su modelo y realización en la liturgia eucarística”. Así lo dice el Instrumentum Laboris del Sïnodo y, mejor, las constituciones del Vaticano II sobre la Liturgia y sobre la Iglesia. En ellas no se xaee en en la confusión de sentidos que tiene la palabra ‘comunión’ en el IL sinidal.
  2. En él, la comunión de los fieles (communio Fidelium) es al mismo tiempo la comunión de las Iglesias (communio Ecclesiarum), que se manifiesta en la comunión de los obispos (communio Episcoporum), en razón del antiquísimo principio de que «La Iglesia está en el Obispo y el Obispo está en la Iglesia” (San Cipriano, Epístola 66, 8)”. Gran principio de la comunión eckesual.
  3. Es en ese principio, afirmado en la definicion del Primado del Papa del Concilio Vaticano I, donde se habla del carácter epuscopal del monusterio petrino del Papa, en el que radica el núcleo de la comunión eclesial católica.
  4. El Señor puso al apóstol Pedro (cfr. Mt 16,18: “κἀγὼ δέ σοι λέγω ὅτι σὺ εἶ πέτρος, καὶ ἐπὶ ταύτῃ τῇ πέτρᾳ οἰκοδομήσω μου τὴν ἐκκλησίαν, καὶ πύλαι ᾅδου οὐ κατισχύσουσιν αὐτῆς”) y a sus sucesores al servicio de la comunión. En virtud del ministerio petrino, el Obispo de Roma es “principio y fundamento perpetuo y visible” (LG 23) de la unidad de la Iglesia, expresada en la comunión de todos los Fieles, de todas las Iglesias, de todos los Obispos.
  5. Se manifiesta así la armonía que obra en la Iglesia el Espíritu, que es armonía en persona (ver San Basilio, Sobre el Salmo 29, 1)
  6. Aqui, dice el IL sinodal que
    • “Surge así el deseo de crecer en la capacidad de discernirlos, de comprender sus relaciones en la vida concreta de cada Iglesia y de sus relaciones. de la Iglesia en su conjunto, y sobre todo articularlas para el bien de la misión.
    • Esto significa también reflexionar más profundamente sobre la cuestión de la participación en relación con la comunión y la misión.
    • En cada etapa del proceso surgió el deseo de ampliar las posibilidades de participación y ejercicio de la corresponsabilidad de todos los bautizados, hombres y mujeres, en la variedad de sus carismas, vocaciones y ministerios”.
  7. Estas tres pakabras “carismas, vocaciones y ministerios”, son la clave para entender los planteamientos eclesiales de hoy y sus problenas. El primero de los cuales es la confusión ‘frailuna” de llos. Hay que afirmar la prinacía eckesial del minusterio, en funciön del cual está la vocación ministerial como oficio de la Iglesia y, luego, la ordebació eclesial de los ‘dones’, en griego, carismas PERSONALES (persobas fïsixas y persibas jurídicas para la evangeluzación misional ‘sinodal’.
  8. Este deseo eclesiológico ‘ordebatorio’apunta en tres direcciones.
    • La primera es la necesidad de “actualizar” la capacidad de anunciar y transmitir la fe con métodos y medios adecuados al contexto actual.
    • La segunda es la renovación de la vida litúrgica y sacramental, a partir de celebraciones hermosas, dignas, accesibles, plenamente participativas, bien inculturadas, capaces de alimentar el impulso hacia la misión.
    • La tercera dirección parte de la tristeza que provoca la falta de participación de muchos miembros del Pueblo de Dios en este camino de renovación eclesial y de la lucha de la Iglesia por vivir plenamente una relación sana entre hombres y mujeres, entre generaciones y entre personas y grupos. de diferentes identidades culturales y condiciones sociales, particularmente los pobres y excluidos.
    • Esta debilidad en reciprocidad, participación y comunión sigue siendo un obstáculo para una renovación plena de la Iglesia en un sentido misionero sinodal.
  9. “A lo largo del proceso sinodal, el deseo de unidad de la Iglesia ha crecido de la mano de la conciencia de la diversidad que conlleva. Precisamente el compartir entre las Iglesias nos ha recordado que no hay misión sin contexto, es decir, sin una clara conciencia de que el don del Evangelio se ofrece a personas y comunidades que viven en tiempos y lugares particulares, no encerradas en sí mismas, sino portadores de historias que deben ser reconocidas, respetadas, invitadas a abrirse a horizontes más amplios”.
    Uno de los mayores dones recibidos a lo largo del camino fue la posibilidad de encontrar y celebrar la belleza del “rostro plural de la Iglesia” (San Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, 40).
  10. La renovación sinodal favorece la valorización de los contextos como lugares en los que se hace presente y se cumple la llamada universal de Dios a ser parte de su Pueblo, de ese Reino de Dios que es “justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rom 14 ,17). De esta manera, las diferentes culturas pueden captar la unidad que subyace y completa su vibrante pluralidad. La valorización de los contextos, las culturas y la diversidad es clave para crecer como Iglesia sinodal misionera.
  11. “Asimismo, ha crecido la conciencia de la variedad de carismas y vocaciones que el Espíritu Santo suscita constantemente en el Pueblo de Dios. Surge así el deseo de crecer en la capacidad de discernirlos, de comprender sus relaciones en la vida concreta de cada Iglesia y de sus relaciones. de la Iglesia en su conjunto, y sobre todo articularlas para el bien de la misión. Esto significa también reflexionar más profundamente sobre la cuestión de la participación en relación con la comunión y la misión. En cada etapa del proceso surgió el deseo de ampliar las posibilidades de participación y ejercicio de la corresponsabilidad de todos los bautizados, hombres y mujeres, en la variedad de sus carismas, vocaciones y ministerios.
  12. Este deseo apunta en tres direcciones.
    • La primera es la necesidad de “actualizar” la capacidad de anunciar y transmitir la fe con métodos y medios adecuados al contexto actual.
    • La segunda es la renovación de la vida litúrgica y sacramental, a partir de celebraciones hermosas, dignas, accesibles, plenamente participativas, bien inculturadas, capaces de alimentar el impulso hacia la misión.
    • La tercera dirección parte de la tristeza que provoca la falta de participación de muchos miembros del Pueblo de Dios en este camino de renovación eclesial y de la lucha de la Iglesia por vivir plenamente una relación sana entre hombres y mujeres, entre generaciones y entre personas y grupos. de diferentes identidades culturales y condiciones sociales, particularmente los pobres y excluidos.
      Esta debilidad en reciprocidad, participación y comunión sigue siendo un obstáculo para una renovación plena de la Iglesia en un sentido misionero sinodal.
  13. Pero, la gran pregunta es: la unidad ecledial es una simple armonización de las diferencuas, como reclaman, con fines diversos, los conservadires más radicales y los más racionales y, también los progresistas más empedrrnidis y los más ‘sinodales’, o es el ‘sínodo’ real y tangible de la misna realudad eclesial?

Mons. Jaume González-Agàpito

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.